Internacional

Alfredo García

Un soplo de aire fresco en la batalla de ideas recorre Sudamérica. El próximo domingo medirán fuerzas en Bolivia, el socialismo y el neoliberalismo.

Un potencial de 7 millones 315,364 electores registrados elegirán al presidente y al vicepresidente, 130 diputados y 36 senadores para el período de gobierno 2020-2025. De no alcanzar ningún candidato más del 50% de los votos o un mínimo del 40% con una diferencia del 10% frente al segundo candidato más votado, se realizará una segunda vuelta el 15 de diciembre de este año.

Aunque son 9 los aspirantes a la primera magistratura representando igual número de partidos políticos, las últimas encuestas favorecen al presidente indígena Evo Morales, candidato del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos, MAS-IPSP, que aspira a una cuarta reelección consecutiva con un 33%, seguido por el ex presidente, Carlos Mesa, candidato de la alianza centro-derecha, Partido Comunidad Ciudadana, PCC, con el 26%. Según los estudios un 15% del electorado no ha definido aún su voto, mientras la intención de papeletas en blanco o nulo alcanza un 11%.

“Estamos convencidos en estas elecciones nuevamente vamos a dar paliza a los vendepatrias, a los neoliberales, a quienes privatizaron nuestros recursos naturales”, afirmó el combativo líder indígena frente a una multitud de seguidores en la localidad de El Alto, al cerrar su campaña electoral. Morales confía su victoria en los exitosos resultados económicos y sociales alcanzados en sus tres mandatos iniciado en 2006 y en su nuevo programa de gobierno, en contraste con la falta de un plan con propuestas claras por parte de la oposición.

“Bolivia tiene su programa rumbo a su bicentenario, 2025, debatido con los movimientos sociales y el aporte de empresarios, intelectuales y profesionales; no importamos políticas del Fondo Monetario Internacional (...), nos hemos liberado gracias a la conciencia y el voto del pueblo hemos recuperado la patria”, aseguró Morales tras pedir a las nuevas generaciones “no votar por la derecha porque es volver al pasado privatizador y enajenador, que pondría fin a las conquistas sociales, políticas y económicas que beneficiaron a las mayorías empobrecidas del país en los últimos años”.

Por su parte el líder opositor, Mesa, sin otro argumento que no sea “frenar la amenaza de una dictadura” frente a la cuarta reelección de Morales, al cierre de su campaña en el Oriente del país declaró: “Este 20 de octubre no nos estamos jugando una elección, nos estamos jugando el futuro de nuestra querida Bolivia”. Al mismo tiempo Mesa envió un mensaje a Morales vía Twitter: “Desde aquí (Santa Cruz) le decimos al candidato ilegal que no le tenemos miedo y que el 20 de octubre se va”, escribió el ex presidente.

La candidatura de Mesa contó con el apoyo político y financiero de connotados empresarios y dirigentes de la derecha neoliberal, como el ex ministro, Samuel Doria Medina y los ex presidentes, Jorge Quiroga (2001-2002) y Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997 y 2002-2003). Sin embargo, Mesa entra en la carrera presidencial como virtual “caballo perdedor”, en medio de un favorable contexto económico-social, con un crecimiento sostenido en infraestructuras e industrias como petroquímica, hierro, litio; y reducido la tasa de desempleo a un 6.5%, la más baja de Sudamérica.

Además del apoyo neoliberal que arrastra como pesada carga, Mesa representa un oscuro pasado político y represivo, cuyo mandato presidencial no pudo concluir por una explosión social de protesta contra su política neoliberal y en defensa de la nacionalización del petróleo y el gas, organizado por un movimiento de indígenas, mineros y estudiantes universitarios, que lo obligó a renunciar el 9 de junio de 2005.