Alfredo García
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Los estrategas de la campaña electoral del presidente Donald Trump deben tener claro que sólo con la perspectiva de solución pacífica a las confrontaciones internacionales provocadas por el autoritario presidente, su reelección tiene posibilidades de éxito. En ese contexto podría explicarse el repliegue militar de Siria y el bajo perfil adoptado por Trump en las últimas semanas en las relaciones con China y Rusia, cuyo reflejo se deja sentir en la tensa calma del conflicto en el Medio Oriente.
Durante una entrevista realizada al príncipe saudita, Mohamed Bin Salmán, tras coincidir con el secretario de Estado de EU, Mike Pompeo, en que los ataques con drones a las instalaciones petroleras fueron un “acto de guerra” de Irán, éste aclaró que “prefiere una resolución pacífica porque una guerra entre Arabia Saudita e Irán colapsaría la economía global. La solución política y pacífica es mucho mejor que la militar”, reiteró Salmán. El presidente del Parlamento iraní, Ali Larivani, le dio la bienvenida: “Las puertas de Irán están abiertas y un diálogo saudí-iraní, puede resolver muchos de los problemas políticos y de seguridad de la región”.
La escalada de tensión entre Irán y Arabia Saudita que se inició con misteriosos ataques a barcos petroleros iraníes y sauditas en el mar Rojo, culminó el pasado 14 de septiembre con un bombardeo de drones contra las instalaciones petroleras sauditas que provocaron la interrupción del 50% de la producción del crudo. Aunque los hutíes yemenitas reivindicaron el ataque, Washington y Riad acusaron a Irán con apocalípticas amenazas de represalia que no se produjeron y en su lugar surgieron señales de negociaciones secretas para reducir tensiones.
El presidente iraquí, Barham Saleh, reveló que había establecido un contacto secreto entre el gobierno iraní y la monarquía saudita. Saleh viajó a Teherán y después a Riad en noviembre de 2018, tras ocupar la presidencia de Irak. A ello se agrega la visita del primer ministro paquistaní, Imran Khan, para participar en la XIV Cumbre de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), quien había estado previamente en Irán, así como el reciente acercamiento a la monarquía saudita del presidente ruso, Vladimir Putin, sugiriendo discreta mediación entre Irán y Arabia Saudita.
Algunos expertos consideran que tanto Irán como Arabia Saudita tienen poderosas razones internas para preferir la confrontación a la distensión. El desafío a Irán es la esencia del chauvinismo de Bin Salmán para consolidar el poder interno; mientras que el retiro de Estados Unidos del acuerdo nuclear iraní y la imposición de sanciones ha coadyuvado a la unidad política interna del país persa. Sin embargo, el nivel de riesgo alcanzado de un conflicto generalizado desbordan los intereses regionales, poniendo en peligro la paz mundial.
El giro dado por Trump respecto al Medio Oriente no significa un cambio en la geopolítica de EE.UU. hacia la estratégica región rica en petróleo y gas. Según especialistas, el aumento de las tensiones entre Irán y Arabia Saudita y las repercusiones de un conflicto armado en Eurasia, obligan a Rusia, China, Japón e India, a la búsqueda de un mayor compromiso multilateral de seguridad compartida que involucraría a EE.UU., Rusia, China y la Unión Europea, pero para ello es necesario una previa distensión entre Riad y Teherán.
En ese entorno y a pesar de las amenazas, la inusual prudencia de Trump hacia el bombardeo de las instalaciones petroleras sauditas y la declaración del príncipe Salman favoreciendo una respuesta no militar contra Irán, sugiere una coordinación estratégica de ambos aliados de cara a las elecciones de 2020.