Zheger Hay Harb
Desbordado por los acontecimientos, el presidente de la República, Iván Duque, parece no tener conciencia de la gravedad de la situación; todos los días, desde todos los sectores, se lo recalcan pero él parece ido, ausente, sin asumir el liderazgo que le corresponde.
Progresivamente se agrava la situación aunque han disminuido los actos de violencia -que en buena parte fueron generados por la policía- porque los organismos nacionales de control y los internacionales han llamado la atención sobre el hecho. Funcionarios de la Personería, la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo pudieron verificar e incluso padecieron atropellos de la fuerza pública. La muerte esta tarde del estudiante Dilan Cruz, herido por un policía cuando se manifestaba pacíficamente ha añadido un ingrediente más al descontento.
El presidente ha respondido convocando a un “diálogo nacional” que no lo es porque, como le dijo Claudia López, alcaldesa electa de Bogotá, ningún partido político, ningún dirigente, ni siquiera ella que sacó la más alta votación lograda hasta el momento por fuerzas de izquierda y centro, puede arrogarse el liderazgo de las movilizaciones. La reunión con los recién elegidos gobernantes locales no es lo prioritario. Tiene que hacer un llamado a los sindicatos, centrales obreras, estudiantes, ecologistas y organizaciones políticas pero con la intención de oírlos y tomar decisiones acordadas.
Pero Duque, acostumbrado a sus frasecitas como de balada romántica, sale con que “Los gobiernos no pueden ni ser promeseros ni tienen varitas mágicas con las que se producen soluciones milagrosas e inmediatas… (hay que) arbitrar las expectativas, la impaciencia con la capacidad de llevar a cabo una gestión que toma tiempo”. Como si tiempo le sobrara.
El partido de gobierno está dividido en torno a su gestión, en la reciente grabación de una conversación entre el embajador en Washington y la nueva canciller se notan las fisuras en el equipo de gobierno, se ha quedado solo en su cruzada para tumbar a Maduro y ve aterrado la posibilidad de que Trump haga acuerdos directos con él, el tal Grupo de Lima lo ha dejado solo en ese proyecto terco y su mentor, el ex presidente Uribe, perdió el encanto y no se ha atrevido a volver a hablar ante el despliegue de descontento popular, además de que desde hace rato regaña a Duque todos los días porque cree que se toma libertades sin consultarlo.
El cronograma y la agenda que el presidente ha propuesto para el tal diálogo es la misma de su plan de gobierno en vez de acodarlos con los líderes del paro. Es tal la torpeza que pidió que los ciudadanos presenten propuestas hasta el 15 de marzo. ¡Cuatro meses para recibir propuestas cuando se las están gritando desde hace 6 días en la calle!
Asustado ante el hecho de que su popularidad va en picada se inventó un programa de televisión Conéctate con Duque, pero la conexión no se ha producido porque es un formato impuesto, acartonado y desconectado de la realidad.
La representante de los estudiantes declaró luego de salir de la casa de gobierno que Duque ni siquiera tuvo en cuenta los 15 puntos que sobre fuerza pública, corrupción, medio ambiente, protección de líderes sociales e implementación del acuerdo de paz, entre otros, le presentaron, sino que quiso imponer su propia agenda. Uno de los puntos principales es la disolución del Esmad (fuerza antidisturbios) luego de las pruebas recogidas sobre su conducta criminal es estas marchas, pero Duque ni siquiera lo considera.
Esta mañana el equipo negociador del paro se levantó de la mesa ante la propuesta del presidente de que los gremios, contra los cuales también se protesta, los empresarios y los organismos de control (Procuraduría, Contraloría, Personería y podemos incluir a la Defensoría aunque no tiene esa categoría porque su alcance es de soft law) hagan parte de la mesa de concertación. Dicen que el presidente no busca un diálogo sino establecer un monólogo. Propusieron continuar las manifestaciones y realizar asambleas sindicales, barriales, comunales y populares el fin de semana.
Esta movilización es la culminación de movimientos que, para hablar apenas de los años recientes, han ido conformando una masa crítica en la sociedad: el paro cívicio de 1977, el Movimiento Amplio Nacional de los estudiantes en 2011, el Paro Agrario en 2013, los movimientos por la paz en 2016, marchas del movimiento estudiantil por la financiación de la educación pública en 2018, las elecciones presidenciales de 2018 en las que la izquierda, con Gustavo Petro como candidato logró ocho millones de votos, el paro indígena de 2019 y las elecciones del pasado 27 de octubre en que los candidatos del Centro Democrático fueron derrotados y fuerzas de izquierda y centro ganaron varias de las alcaldías y gobernaciones más importantes del país, entre ellas la capital, Bogotá, y Antioquia y Medellín, los bastiones más importantes del uribismo.
El presidente parece empecinado y los marchantes decididos a no retroceder en sus peticiones hasta alcanzar logros significativos. Esta semana es decisiva y cada día aprendemos a luchar de manera creativa y pacífica.