Internacional

El 'paisaje de riesgos” en 2019

Pedro Díaz Arcia

Estamos en los umbrales de 2020 y es oportuno analizar cómo se han comportado hasta ahora los peligros pronosticados para este año. Una primera conclusión podría ser que mientras los riesgos globales se han intensificado en el período, ha faltado la voluntad colectiva y cooperativa para enfrentarlos.

La 14a edición del Informe Global de Riesgos, a cargo del Foro Económico Mundial, había anticipado los principales peligros a nivel macro que podían trastornar al mundo en 2019, extensivos a la próxima década.

El creciente número de retos complejos e interconectados que enfrentan los países, la desaceleración del crecimiento global, la desigualdad económica, el cambio climático, la agudización de las tensiones políticas, el ritmo acelerado de la Cuarta Revolución Industrial, entre otros, necesita de acciones conjuntas que hoy destacan por su omisión.

Un aspecto llamativo del informe fue el nivel de preocupación por los problemas geopolíticos. El documento resalta que de los diez principales riesgos que amenazan al mundo en 2019, siete se relacionaban con el citado tema. Por otra parte, más del 90% de los encuestados esperaba una reducción de las “confrontaciones económicas” entre las grandes potencias, y la erosión de las normas y acuerdos comerciales multilaterales.

Lo relativo con el medio ambiente estuvo entre los mayores indicadores en este “paisaje de riesgos” de 2019. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) afirmó en 2018 que hay un plazo máximo de 12 años para voltear la actual situación y evitar que las temperaturas globales promedio aumenten más allá del objetivo de 1.5ºC del Acuerdo de París. Es que lo que sobra en el gasto militar falta para cuidar el planeta.

La desigualdad, un asunto prioritario, sigue siendo fuente de irritación y está en la raíz de las masivas protestas en diversas latitudes. Si bien se afirma que creció la riqueza nacional, hay que decir que la polarización impide un sentido de justicia equitativo.

A todas éstas, como si los pueblos vivieran en “el mejor de los mundos”, el presidente Donald Trump aterrizó en una base aérea de Afganistán para sorpresa del “anfitrión”, su homólogo Ashraf Ghani, para relanzar los diálogos de paz con el Talibán.

Las partes se han reunido en nueve rondas de conversaciones desde 2018. Aunque es oportuno señalar que las muertes de civiles en el primer semestre de ese año fueron las más altas en la última década; mientras el gobierno afgano, apoyado por Estados Unidos, controla poco más del 50% del territorio.

¿Cuánta sensatez por parte de Trump en el Día de Acción de Gracias? Qué actitud tan alturada la de insistir en negociar con quienes aún usan sus armas contra militares estadounidenses.

Pero, ¿no fueron los talibanes quiénes ejecutaron los ataques contra objetivos estadounidenses el 11 de septiembre de 2001? ¿Me equivoco? Porque la mente es a veces frágil.

La agresión sirvió de pretexto para la fatídica invasión del país asiático donde permanecen aún, luego de 18 años, 14,000 tropas norteamericanas; así como elevar la presencia del Pentágono en Medio Oriente con nuevas guerras cuyas inmensas pérdidas han marcado la historia de desgracias de la región.

Las acciones conjuntas de Estados Unidos y sus aliados provocaron la muerte de unos 2.4 millones de personas en la invasión militar a Irak; y en las guerras de Afganistán y Pakistán murieron 1.2 millones de personas también de forma violenta.

Una muestra de un genocidio repetido. Donde pisan sus botas, se abren los sepulcros.