Internacional

Pedro Díaz Arcia

En febrero de 2016, en plena campaña electoral para determinar quién asumiría la presidencia si el republicano Donald Trump o la demócrata Hillary Clinton, el politólogo estadounidense, Noam Chomsky, dijo que la popularidad alcanzada por el magnate se debía al estado de “miedo” predominante en la nación, como resultado de una sociedad quebrada por el neoliberalismo. Las personas se sienten “víctimas de fuerzas más poderosas, a las que no entienden ni pueden influenciar”, afirmó.

Al comparar la situación con la década de la Gran Depresión sufrida por el país en los años treinta, dijo que si bien la pobreza y los problemas eran mucho mayores, existía entonces una sensación de esperanza que no estaba en 2016 por la ausencia de un “movimiento laboral militante” y de “organizaciones políticas ajenas a las corrientes principales”.

Creo que el temor se ha multiplicado. Las propias hordas de ultraderecha tienen miedo, en su caso, a perder la primacía en la aplicación de políticas domésticas y externas de corte fascista. En particular, en un país altamente polarizado, la comidilla es sobre el impeachment contra Trump.

A partir del lunes el Comité Judicial inició la revisión de pruebas sobre los artículos para el probable juicio político al presidente y, de aprobar alguno de los cargos o más de uno, la propuesta de trasladar al Senado el impeachment será votada por la Cámara Baja. De ser sancionada, pasaría al Senado que decidirá si hay motivos o no para destituir al mandatario; algo difícil por la gran mayoría republicana en el órgano legislativo.

La polémica sobre si ha sido correcta o no la decisión de llevar a juicio al mandatario se agudiza. Para el presidente del Comité Judicial de la Cámara Baja, Jerry Nadler, las evidencias de una complicidad de Trump con Ucrania son tan “sólidas como una roca”. Si el caso se sometiera a un jurado, aseveró, “habría un veredicto de culpabilidad en tres minutos. El congresista adelantó que podría haber una votación para acusarlo antes que finalice la semana. Y saldrá de sus casillas como cuando se siente acosado.

En el contexto, más de 600 académicos de escuelas de Derecho estadounidenses, entre ellas Yale y Harvard, firmaron una carta dirigida al Congreso en la que aseguran existe una “evidencia abrumadora” de que es totalmente constitucional la destitución de Donald Trump por abuso de poder en sus demandas a Ucrania. El documento indica que tal conclusión está basada en los testimonios y audiencias celebradas en el Comité Judicial.

Quienes consideran que será una frustración para el bando azul la estrategia de enjuiciar políticamente a Trump, argumentan que el 40% de los votantes y el 90% de los electores republicanos respaldan su gestión, que ninguno de los 196 congresistas republicanos votó a favor de iniciar la investigación y que ningún senador del partido ha apoyado las acusaciones. Además, un elemento importante que destacan es el incremento interanual del PIB en 1,9% en el tercer trimestre y una tasa de desempleo (3,7%) la más baja en 50 años.

En medio de estos apremios, los demócratas crearon una red de más de mil representes comunitarios, para que atraigan a unos 4.8 millones de votantes que no acudieron a las urnas en 2016. Estos activistas visitarán más de 7 millones de viviendas en 16 estados; pero conscientes que Florida, Michigan, Pensilvania y Wisconsin son decisivos para la Presidencia.

Con destitución o sin deposición habrá elecciones. La contienda pasada mostró que aunque Hillary Clinton obtuvo 3 millones de votos por encima de Trump, el Colegio Electoral integrado por delegados de los 50 estados, según lo establecido, decidiera que, para desgracia de muchos, fuera designado presidente.