Adolfo Hitler decía a sus colaboradores que había que repetir una y otra vez lo mismo, porque no conocía a alguien que se hubiera ido de una misa porque no entendiera el latín. No es de extrañar que el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels, hiciera “didáctica” la frase de que “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
¿Cuántos utilizan hoy esos métodos nazis sin el menor pudor? ¿Quieren cambiar la historia de nuestros pueblos? Por supuesto, aspiran a arrancarnos la memoria histórica.
El presidente ruso, Vladimir Putin, denunció en una reunión en el Kremlin, preparativa de la conmemoración del 75.º aniversario del triunfo sobre el nazismo, las tentativas para distorsionar la historia de la Segunda Guerra Mundial; algunas procedentes de instituciones internacionales y europeas.
Aludió a una reciente resolución del Parlamento Europeo que igualó a los agresores alemanes y a la Unión Soviética “como si hubieran olvidado quién atacó a Polonia el 1 de septiembre de 1939 y a la Unión Soviética el 22 de junio de 1941”. Seguiremos publicando documentos para que se conozca la verdad, agregó.
¿Qué esperaba Putin? ¿Un reconocimiento de Occidente a los sacrificios y pérdidas soviéticas en la “Gran Guerra Patria”?
En diciembre de 2006, escribí en los diarios POR ESTO!, que “no pocas veces algunos escritores de historias, que no de la historia, van dictando el paso incierto de los acontecimientos: que los acerco para acá o los echo para allá, que los dejo en el centro o los desvío a la derecha, que me callo, que no lo digo, que lo digo pero no como fue y tantas y tantas variantes que se dan bajo el ala del Señor”.
En el propio texto decía: “La verdad en cautiverio se agiganta, ese es su encanto, también es su peligro. La mentira necesita de la moral en hipoteca, ese es su caldo de cultivo. Pero todo tiene su abrigo bajo el techo infinito de la naturaleza humana, incluso hasta la filosofía que la niega”.
He escrito también en otras ocasiones sobre el influjo del desarrollo científico en el proceso del desarrollo histórico, y sobre el valor de los conocimientos acumulados. Es muy difícil la existencia sin antecedentes, no sólo de instintos. Quien vivió en una caverna sin el menor contacto con sus semejantes habrá perdido su naturaleza humana. Porque el ser humano es sobre todo un ser social.
Que todo nuevo descubrimiento, en diferentes materias puede influir en la formación de nuestras concepciones e ideología no es un descubrimiento. Que en una formación socioeconómica se deben corresponder, de forma interactiva, las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, tampoco es un hallazgo. Pero lo importante es que el proceso histórico no ha concluido. No se debe aseverar -con determinismo absoluto- que terminó el ciclo de la historia coronada por el capitalismo.
¿Cuánto durará el sistema vigente? No lo sé. Mi generación no lo verá. Pero insisto en que donde exista el hambre, la pobreza, no haya techo seguro ni seguridad social, ni acceso a servicios públicos, donde los hijos de los pobres no puedan acceder a centros docentes y alcanzar por sus méritos los sitiales que les corresponde en la sociedad, donde se discrimine al indio por su origen, al negro o a otros por el color de su piel, donde un minúsculo núcleo elitista posea lo que a miles de millones les falta: habrá revueltas y los desamparados no cesarán hasta quitar del camino lo que tenga que ser quitado. Y son muchos los gobiernos que están en deuda con sus pueblos.
¿Es posible aspirar a un sistema de plena igualdad para mujeres y hombres, sin explotación de ningún tipo? Ese sueño no implica un divorcio con el mundo que nos rodea y que a veces nos ata. Ni que seamos incapaces de asimilar las transformaciones y, a la vez, emprender nuevas formas de lucha. Cada uno a lo suyo.
Recordemos que Lenin dijo que quienes se apartaban de Marx, lo hacían citándolo.