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Hablan las monjas: 'Nos violaba y después, con el hábito puesto, nos confesaba. Así, durante 5 años”

Buena parte de los abusos físicos y psicológicos se produjeron en “La ermita”, una especie de hacienda en el campo, propiedad de la congregación, destinado a los ejercicios espirituales. Allí, Pascual “El Santito” llevaba a cabo sus fechorías. “A mí me tocó ir en septiembre de 2016. A la noche me invitó a cerrar la tranquera de la casa, estaba todo oscuro… en un momento determinado me tomó tan fuerte de la mano que no pude soltarme. Sentí mucho miedo… sin sospechar nada aún”, relata en el reportaje una de las religiosas.

Buenos Aires, Argentina, 20 de diciembre (SinEmbargo).– “Mi vocación era ser religiosa , y no ser denunciante . La vocación es algo sagrado, que no se toca. Y esta persona nos tocó en lo más profundo del ser”. Así arranca En el nombre de Dios , un impactante reportaje emitido por Telenoche  (Canal 13), en el que tres monjas  denuncian que durante años el sacerdote Manuel Pascual  las sometió sexual  y psicológicamente durante años. Las violaba, y después las confesaba.

Y ni las superioras (de la congregación de las hermanas de San José en Buenos Aires) ni la jerarquía quisieron hacer nada, hasta que las hermanas se armaron de valor y denunciaron. Hoy, “El Santito”, como se conocía al clérigo, se enfrenta a penas que podrían alcanzar los 40 años de prisión.

“Manuel Pascual era el sacerdote fundador de la comunidad (…) también era mi confesor, porque yo no me podía ir a confesar con otro sacerdote” relata una de las religiosas. “Era quien nos guiaba espiritualmente. Era todo”. Sin embargo, durante cinco años estuvo abusando de al menos tres monjas, aunque todos suponen que hay más.

Al ataque sexual le precedía toda una acción de “ablande” por parte del cura donde a las monjas las sensibilizaba con temas personales, les inculcaba una “absolución” del dolor que llevaban consigo y les proponía gozar. No terminaba ahí. Después de cometer el hecho, y estando las religiosas con el hábito puesto, las confesaba.

“En los primeros meses de formación pasaban cosas, como que yo veía o abrazos cariñosos o algunos gestos que él tenía hacia algunas hermanas”, relata una de ellas. “Lo hablé con él, y él me decía que ellas estaban locas o, que estaban faltas de cariño… que tenía que entenderlas, que él acompañaba esos procesos”. Más que acompañar, provocaba situaciones incómodas, que “me confundían, me cuestionaban, creía que era yo la que provocaba eso”, apunta otras de las religiosas en el reportaje.

“QUISIERA VERTE DESNUDITA” “Tenía palabras como ‘yo quisiera verte desnudita’, o una cosa así, cuando yo le decía que eso no correspondía, que me hacía mal, me decía ‘vos tenés que desnudar tu alma, porque vos estás muy cerrada’. Siempre el problema era yo”, sostiene otra religiosa.

Buena parte de los abusos físicos y psicológicos se produjeron en “La ermita”, una especie de hacienda en el campo, propiedad de la congregación, destinado a los ejercicios espirituales. Allí, Pascual “El Santito” llevaba a cabo sus fechorías. “A mí me tocó ir en septiembre de 2016. A la noche me invitó a cerrar la tranquera de la casa, estaba todo oscuro… en un momento determinado me tomó tan fuerte de la mano que no pude soltarme. Sentí mucho miedo… sin sospechar nada aún”, relata en el reportaje una de las religiosas. Ninguna quiso mostrar su rostro.

“Por la noche, cuando terminó el momento de la cena (cuenta otra) tenía todas las luces apagadas, nada más que una lucecita sobre un mueble. Él me vino a buscar a la cocina y me puso en la mano un vasito de Whisky. Yo le dije que no tomaba. Entonces, de la mano me llevó a sentarme a dos sillones que tenía dispuestos frente al fuego…” El relato se detiene ahí. No los abusos. “No… nunca frenó”.

Cuando ocurrían estas situaciones, Pascual les decía que “no pasaba nada si yo me quería desnudar delante de él y masturbarme, si le pedía a él desnudarse y tocarse que no pasaba nada, que era muy normal. Y así pasaron algunas cosas… siempre tratando de que tuviéramos sexo (…). Esa noche terminé durmiendo un rato en su cama y después me tenía de la mano y así pasé toda la noche. Y toda esa semana fue igual”.

NI LA SUPERIORA, NI EL SUCESOR DE BERGOGLIO

De nada sirvieron sus súplicas a la superiora. “Es un psicópata. Fueron cinco años, y yo todavía lo estoy viviendo, cada día era una lucha”. No había caso. “La superior me dijo que dejara que pasara lo que tenía que pasar, que el padre era bueno. Le dije que había intentado violarme, y me siguió diciendo que era bueno”.

“Hicimos la denuncia civil y la denuncia canónica. Hace poco me llamaron a declarar como si esto fuera un complot. Nos preguntaban qué ganábamos nosotras. Y yo dije que bueno, nosotras no ganamos nada con esto de salir en los medios o de ir a hace runa denuncia penal o, dentro de la Iglesia, porque mi vocación era ser religiosa, y no… ser denunciante”, concluye otra de las religiosas.

“Hubo más víctimas que no fueron escuchadas por la Iglesia”, se lamenta la monja. La investigación afirma que, incluso, el cardenal Poli, se ofreció como aval de la prisión domiciliaria que solicitaron los abogados de Pascual. No obstante, la Justicia rechazó la petición, y el sacerdote, hoy, está preso en el penal de Ezeiza.

Tras la emisión del programa, el arzobispado de Buenos Aires emitió un comunicado en el que informa que las denuncias contra “El Santito” fueron enviadas a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que encargó un proceso canónico en Buenos Aires. Al tiempo, la diócesis puntualiza que desde el comienzo del proceso penal respondió a los requerimientos de la justicia, y reitera su compromiso de seguir trabajando “para evitar dentro de la Iglesia toda clase de abusos”. Nada dice Poli de su actuación ante la denuncia de las religiosas.

Por Redacción / Sin Embargo

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