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Internacional

Dinero para la Revolución

Jorge Gómez Barata

En 1751, debido a que no disponían de dinero para financiar la lucha por la independencia, los revolucionarios americanos decidieron fabricarlo. ¡Quien podía crear un país, podía crear millones de billetes! Así nació el “Continental”, una innovadora moneda de papel, sin valor intrínseco con la cual se asumieron los gastos asociados a la guerra de independencia. El empeño fracasó porque los Continental carecían de respaldo en oro o plata, cosa que reclamaron los tenedores, muchos de ellos extranjeros.

Con la adopción de la Constitución y el país sin dinero, se acrecentó la necesidad de una moneda nacional. A tales efectos, Alexander Hamilton, secretario del tesoro con George Washington, propuso adoptar como moneda el daler mexicano, palabra que la fonética inglesa convirtió en dólar. Los dólares fueron de plata hasta 1900, cuando el presidente William MacKinley decretó la conversión a oro.

Muchas personas no saben que en Estados Unidos no existe un banco nacional, no porque no se les haya ocurrido, de hecho, hubo dos que resultaron experiencias fallidas. La creación del primero fue promovida en 1791 por Alexander Hamilton, secretario del tesoro.

Debido a la oposición, el presidente Washington expidió la licencia por 20 años. Al cumplirse el plazo, en 1811 fue revocada. La autorización para un segundo banco se otorgó en 1816 hasta 1836. El presidente Andrew Jackson se negó a prorrogarla. Nunca más se ha intentado.

Otra vez, en 1944 cuando estaba por concluir la II Guerra Mundial, la cuestión de la carencia de dinero volvió a plantearse, esta vez a escala global. Entonces se convocó la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas. Fueron 44 países, 19 de ellos latinoamericanos, reunidos durante 22 días en Bretton Woods, quienes decidieron que las futuras transacciones se harían en dólares respaldados por oro. Los ponentes fueron John Maynard Keynes, economista británico, Harry D. White, funcionario del Departamento del Tesoro, y Eduardo Suárez, ministro de Finanzas de México.

La pregunta del momento fue cómo, en medio de la ruina originada por la II Guerra Mundial, podía crearse un sistema monetario internacional que facilitara la reconstrucción europea y propiciara el desarrollo de las naciones que surgirían de la descolonización. El debate se centró en la inviabilidad del patrón oro, metal del que ningún país disponía en las cantidades necesarias.

La situación fue saldada por Estados Unidos, poseedor del 80 por ciento de las reservas mundiales de oro quien propuso respaldar con una onza del metal por cada 35 dólares. Así se internacionalizó el patrón oro. Aunque criticado, el sistema era simple y práctico. Estados Unidos asociaría el valor de su moneda al oro y todos los demás fijarían la paridad de la propia en dólares.

El sistema funcionó hasta que, en los años setenta, debido al crecimiento de la economía mundial y la creciente demanda de dólares, así como los enormes gastos en que incurrían los Estados Unidos, no existía suficiente cantidad de oro para respaldar los dólares que era necesario emitir. La situación llevó a que, en 1973 el presidente Richard Nixon, suspendiera la convertibilidad. El patrón-oro se transformó en patrón-papel.

La banca central cubana, está abocada a difíciles decisiones. No se trata esta vez solo de crear dinero por decreto o de cambiar unos billetes por otros, sino de generar confianza en su moneda, establecer paridades cambiarias sostenibles y asegurar que el dinero desempeñe el papel de combustible de la economía. Tal vez, en lugar de en el extranjero, algunas de sus preguntas tienen respuesta en el mercado interno que posee potencialidades no reveladas.

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