Zheger Hay Harb
El presidente colombiano Iván Duque y su gobierno han repetido desde antes de las movilizaciones sociales que iniciaron el pasado 21 de noviembre, que quienes las convocaron mienten porque dicen protestar contra las reformas de pensiones, tributaria y laboral, y no hay sobre ellas ningún proyecto radicado en el Congreso, que no existen.
Y mientras la gente seguía tomándose las calles contra esos -según el gobierno- inexistentes proyectos de reforma, eran aprobados en el Congreso. Y en el mismo momento en que la ministra del Interior, notoriamente sobrepasada por los acontecimientos, insistía en que los promotores del paro mentían porque no había reforma sobre pensiones ni tributaria ni laboral, recibían la bendición en el Senado.
Mientras el presidente organizaba ruedas de prensa llamando a un acomodaticio gran diálogo nacional, proponía las reformas por las cuales está protestando la ciudadanía. ¿Eran entonces apenas un recurso de distracción mientras Uribe y su partido de gobierno hacían pasar esas reformas?
Por debajo de la mesa compraron el apoyo de Cambio Radical, el partido de Vargas Lleras, el tristemente recordado vicepresidente de Juan Manuel Santos que siempre se le atravesó al proceso de paz, para hacer pasar esos proyectos en el Congreso. Ya nos enteraremos de qué manera este gobierno que se ufana de no dar mermelada (prebendas) para conseguir apoyos políticos, compró el apoyo de estos nuevos aliados y cuánto nos costará a los colombianos.
Y simultáneamente con sus comparecencias acompañado del consejo gremial que aplaudía como robot cada tontería que decía Duque, como siempre con frases de cajón y lugares comunes sobre su apego a la legalidad, hacía aprobar en primer instancia la llamada ley Andrés Felipe Arias que es una burla a la justicia y permitirá el excarcelamiento de todos los parapolíticos y altos funcionarios condenados por corrupción, narcotráfico y complicidad y participación con paramilitares.
¿Entonces, quién miente?
Cómo podremos creerle al gobierno sus declaraciones de contenido social si burla tan flagrantemente la confianza depositada en él, haciendo pasar subrepticiamente una reforma tributaria que le había sido negada dos veces cambiándole sólo el nombre, que disminuye los impuestos para los grandes capitales, las mansiones, los latifundios improductivos y las cirugías suntuarias y aumenta las cargas a los estratos más bajos de la sociedad y a los pensionados.
Ninguna novedad: ya habíamos visto al hombre más rico del país, dueño de cuatro bancos y cientos de empresas, enredado en la corrupción de Odebrecht
amenazando que si no se aprobaba esa reforma que tan bien lo trata y tanto lo consiente, habría una masacre laboral. Y vimos a Uribe en su primera presidencia legislar en beneficio propio cuando tenía dominio casi absoluto sobre el Congreso y la clase política para hacer reformar la Constitución para revivir la reelección presidencial que le dio un segundo período de gobierno.
Por qué nos va a extrañar que ahora quiera cambiarla para sacar de la cárcel a Uribito, su hijo bien amado, condenado por corrupción, luego de que no le funcionó su cabildeo en Estados Unidos para que le otorgaran asilo político y evitar su extradición.
Puede alegar Duque que los proyectos no fueron presentados por él sino por el partido de gobierno (léase Alvaro Uribe) pero nadie creería que el presidente no estaba enterado estando como está bajo el dominio del ex presidente. Como dijo la ministra de trabajo: Duque es el presidente, pero Uribe es el jefe.
Ante las protestas contra la reforma laboral de Uribe el gobierno negó una y otra vez que existiera. Primero dijo que no existía y luego que lo había retirado pero no ocurrió ni lo uno ni lo otro: avanza su camino mañoso en el Congreso, aunque el gobierno dice que la retiró. Pero ¿cómo podría hacerlo si el proyecto no era suyo sino del Centro Democrático? Allí está uno de los motivos que más hacen protestar a los jóvenes: la depreciación del trabajo juvenil, contratándolos por horas con lo cual nunca alcanzarían siquiera el menguado salario mínimo y por supuesto sus posibilidades de pensionarse algún día serían nulas.
En el tema de educación, ante una juventud volcada en las calles pidiendo educación equitativa y de calidad, el gobierno dice que ha cumplido los acuerdos que firmó con los estudiantes el año pasado presionado por el paro estudiantil. La verdad es otra. De los trescientos mil millones que se comprometió a asignar para el año que termina, apenas asignó 78,000. Se escuda en que la mala redacción del documento dice “hasta 300,000” con lo cual con cualquier suma inferior a esa podría decir que ha cumplido. ¿Puede confiarse en un presidente que acuda a semejantes triquiñuelas?
Así que este gobierno filibustero y mentiroso no puede pretender que le crean. La última encuesta de Gallup realizada entre el 22 y el 30 de noviembre mientras se realizaban las multitudinarias marchas muestran un 70% de desaprobación al presidente Duque. Y el ex presidente Uribe, antes acostumbrado a favorabilidades del 85%, aparece con un menguado 30% de aceptación.
El paro continúa. La última jornada estuvo marcada por la participación de cientos de indígenas, muchos llegados desde el Sur del país, quienes con sus bastones de mando organizaron a los marchantes para evitar desórdenes. Pero ya desde antes las marchas, luego de las denuncias con pruebas fílmicas de que los desórdenes del primer día eran en su mayoría causados por la policía, se han convertido en un gran festival de protesta callejera con expresiones artísticas.
El comité organizador ha convocado a un gran concierto con varios de los más populares artistas del país el próximo 8 de diciembre y a un plantón frente a la sede de las discusiones del salario mínimo que ya se inician. A ver con qué “jugadita” nos sale Duque ahora.