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Alfredo García

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El “Bolsonaro” estadounidense y el “Trump” brasileño, acordaron el pasado martes en Washington, una nueva alianza política-estratégica entre EU y Brasil.

“Por primera vez en mucho tiempo, un presidente brasileño que no es antiamericano, llega a Washington. Es el comienzo de una alianza por la libertad y la prosperidad”, afirmó, Joao Bolsonaro, después de aterrizar en Washington. “Tenemos una gran alianza con Brasil, mejor que nunca”, declaró Trump tras pronosticar que ambos tendrán una “fantástica relación de trabajo”.

No pasó inadvertido que la primera visita oficial bilateral del presidente brasileño a EU, haya sido manejada como símbolo del giro a la derecha dado en la política nacional e internacional, después de los gobiernos progresistas del obrero presidente, Inacio Lula da Silva y la ex guerrillera presidenta, Dilma Rousseff.

Ambos mandatarios fueron demonizados y castigados por la ultraderecha brasileña con sucias maniobras jurídicas, por su exitosa política de justicia social. Rousseff fue derrocada por un golpe de Estado parlamentario en diciembre de 2015 y Lula da Silva fue condenado a 12 años de prisión, cuando se encontraba al frente en las encuestas de las pasadas elecciones presidenciales. En su lugar fue impulsada la candidatura del fascista ex militar, Joao Bolsonaro, elegido presidente en diciembre de 2018, a pesar de más de 30 solicitudes de anular su candidatura y 3 condenas judiciales, por sus reaccionarias declaraciones a favor de la dictadura militar que ensangrentó Brasil entre 1964 y 1985.

La confesa “admiración” e “inspiración” de Trump por parte de Bolsonaro, recibió en reciprocidad el privilegio de ser hospedado en la Blair House, residencia oficial para invitados del presidente y la designación de Brasil como “Aliado Militar Preferente al Margen de la OTAN”, especial condición que otorga Washington a países que mantienen un “trabajo conjunto con las Fuerzas Armadas de EU”, que da acceso a tecnología militar avanzada y facilidades a las empresas a participar en licitaciones del Pentágono.

Trascendió que con esta visita, Bolsonaro busca el apoyo de Washington para su entrada en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, que permitiría a la industria aeronáutica brasileña participar en las licitaciones del complejo militar industrial norteamericano y comprar equipamiento militar con beneficios financieros. A cambio Trump logró un acuerdo para que la NASA pueda utilizar la base militar de Alcántara, en el Estado de Maranhao para lanzar satélites y cohetes espaciales, pretexto que justifica el futuro despliegue militar de EU en territorio brasileño.

Se conoció que el principal tema político en la agenda de los excéntricos mellizos ideológicos, fue Venezuela. Trump lidera una embestida injerencista con sus aliados más cercanos entre ellos Brasil, para derrocar al presidente venezolano, Nicolás Maduro, y lograr un acuerdo ventajoso sobre los recursos petroleros. La expectativa en la Casa Blanca, es que Bolsonaro se comprometa con el liderazgo sudamericano en la injerencia en los asuntos internos de Venezuela. Aunque la prensa ha destacado supuestas diferencias entre Trump y Bolsonaro sobre el uso de la “opción” militar contra la patria de Bolívar, la coincidencia entre los dos mandatarios de evitar “telegrafiar las acciones previstas a los enemigos”, desvanece la aparente discrepancia.

No obstante la sincronía entre ambos mandatarios, con su visita a la CIA y el encuentro con el supremacista blanco, Steven Bannon, mentor político de Trump caído en desgracia y también asesor electoral del presidente brasileño, Bolsonaro demostró ser más trumpista que Trump.