Internacional

La Historia no es un lastre

¿Cómo hacer a un lado la larga lucha de nuestros pueblos por su independencia? Que no obliga a retomarla como una pegatina publicitaria ¿Cómo puede lastrar la visión de un futuro, si se ajusta a los imperativos de los tiempos en que vivimos?

Si los caminos se pierden, suele ser porque no sabemos de dónde venimos; entonces la hojarasca oculta la semilla y facilita la cosecha a los explotadores de siempre.

¿Qué han fracasado procesos revolucionarios y otros pudieran ser víctimas del complot global del capitalismo y el neoliberalismo, sin excluir errores de movimientos de izquierda que han llegado al menos al gobierno, que no al poder? Por supuesto. ¡Pues a una revisión crítica y a una proyección enriquecida en la necesidad de privilegiar el trabajo con las bases!

Pero poner el énfasis en las derrotas para convocar a un rezo por la resignación y no a cambiar estructuras miserables que hunden a nuestros pueblos en el cieno, es harina de otro costal…y ajeno.

¿Cómo se explica que luego de tres guerras por la emancipación de Cuba del yugo colonial español entre 1868 y 1898, hubiera el levantamiento revolucionario de la década del treinta? En su poema “Mensaje lírico civil”, Rubén Martínez Villena escribió: “para no hacer inútil, en humillante suerte, el esfuerzo y el hambre y la herida y la muerte; para que la República se mantenga de sí, para cumplir el sueño de mármol de Martí”. La lírica estaba dirigida contra la corrupción y el dominio de Washington sobre la isla.

¿Cómo explicar que ante tantos fracasos históricos Fidel Castro encabezara la Generación del Centenario para asaltar el cuartel Moncada?

En su alegato “La historia me absolverá”, Fidel ante inquisitorias de quienes lo juzgaban para saber quién era el autor intelectual de aquella intrépida osadía respondió con firmeza: José Martí; quien afirmara en su ensayo Nuestra América: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”; pero ante el cierre de todas las vías para la emancipación tomó la piedra para defender las ideas.

En el discurso pronunciado en la clausura del IV congreso del PCC efectuada en Santiago de Cuba, el 14 de octubre de 1991, Fidel expresó al referirse al Mayor General Antonio Maceo, protagonista de la Protesta de Baraguá en marzo de 1878 al no aceptar un pacto sin independencia: “¡Gracias a ustedes y a los que siguieron el ejemplo de ustedes, y a los que supieron ser como ustedes a lo largo de la historia dentro y fuera de la patria! Nosotros, que somos pigmeos a tu lado, hoy nos sentimos un pueblo de gigantes, porque con la sangre de los que como tú enseñaron a la patria el camino, fue engendrado un pueblo de gigantes; y estos gigantes sabrán estar a la altura de los hijos tuyos, de Martí y de todos los demás héroes de nuestra gloriosa historia.

¿Puede México echar al pasto de las polillas el Grito de Dolores, protagonizado por el cura Miguel Hidalgo y a su Lugarteniente José María Morelos; al “Benemérito de las Américas”, Don Benito Juárez; a Emiliano Zapata; a “Pancho Villa; al presidente Madero quien en 1810 dio vuelo a la Revolución mexicana?

¿Nos desprendemos del legado de Rodolfo Menéndez de la Peña, cubano de nacimiento, quien colaboró con Martí en la contienda reiniciada en 1895, dándole muestras de una entrega sin límites para liberar a su patria originaria; del general Lázaro Cárdenas, a quien recuerdo en la Plaza de la Revolución el 26 de julio de 1959 acompañando a Fidel?

No es posible pasar por alto la masacre de Tlatelolco en octubre de 1968 y la denuncia que con valentía ejemplar hiciera la revista Por Qué?, bajo el liderazgo del compañero Mario Renato Menéndez Rodríguez. ¿Será un lastre para las nuevas generaciones conocer sobre la desaparición de los 43 de Ayotzinapa?

“No, la historia no es un lastre”, respondí categórico en el IV Seminario Internacional de Periodismo ante un participante que al hablar vacilaba ante la insistencia de la moderadora, luego de mi exposición, para que soltara una frase que parecía tenía “atorada”, finalmente dijo: “es que la Historia puede ser un lastre”. Lo significativo es que al día siguiente me felicitó por mi intervención y por la respuesta que di a una pregunta de dudosa factura de alguien que estaba fuera de la sala de debates.

Hago alto en un reposo por ligeros repuntes de “daños colaterales” en mi largo camino, para responder a “fiebres de destemplanza”. Pero no caeré en la escolástica, no insistiré. No es útil.