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La capacidad de resistencia es una virtud, aunque no un programa político, excepto cuando se le combina con maniobras que impliquen opciones de salida. Tal vez en otros momentos la respuesta al acoso estadounidense mediante el recrudecimiento del bloqueo a Cuba podía haber sido otra, ahora lo viable es la resistencia acompañada de la apertura para incorporar al esfuerzo nacional el ingenio empresarial de los emprendedores.

Aunque no existen dudas del estoicismo y la preparación del pueblo cubano para soportar privaciones, sacrificar el consumo y el bienestar, es obvio que las carencias se asumen mejor cuando son respaldadas por gestiones, que además de paliar las tribulaciones generadas por el incremento del bloqueo, auspician capacidades para crear bienes, incrementar las producciones industriales y agrícolas, perfeccionar el comercio, acceder a los mercados deportivos y culturales, y desarrollar la ciencia, todo lo cual se asocia a la profundización y ampliación de las reformas del modelo económico que, además de aspirar a mejorar el desempeño de la economía estatal, suman al sector privado.

Resulta evidente que la solidaridad internacional unida a la crítica y la condena al bloqueo imperialista contra Cuba, que lejos de atenuarse se incrementa, no alcanzan para detener la injusticia y atenuar sus devastadores resultados, incrementados por las recientes manipulaciones del capítulo III de la Ley Helms-Burton, cuya aplicación se encamina a crear nuevos obstáculos al acceso de la inversión extranjera a la isla.

La habilidad del liderazgo local para reforzar la capacidad de resistencia del pueblo cubano, asentada en sus valores nacionales, en la determinación de defender sus conquistas sociales, y las convicciones a favor del socialismo, pudiera expresarse en el impulso y la profundización de las reformas económicas en curso.

El sector no estatal, que es susceptible de ampliarse mediante la creación de condiciones para el fomento de micro, pequeñas, medianas, incluso grandes empresas privadas, es un resultado para el cual el estado cubano no necesita promover, proyectar, ni financiar, y que además de proporcionar empleo a cientos de miles de personas, producirá bienes que satisfacen necesidades, pudieran integrarse a la exportación de productos no tradicionales y sumar ingresos fiscales al estado.

De abarcar a los profesionales y técnicos con preparación superior y experiencias en la dirección económica, las pequeñas y medianas entidades privadas cubanas pueden incursionar en las esferas de la alta tecnología y la elaboración de proyectos ingenieros de mayor complejidad en las ramas industriales y agrícolas, procesos informáticos, urbanización, comunicaciones, viales, riego, así como instalaciones hospitalarias, administración de empresas, y otras complejas realizaciones.

Un atractivo particularmente interesante es que difícilmente el bloqueo de los Estados Unidos pueda estorbar y menos anular el crecimiento y la eficacia del sector no estatal de la economía cubana que habilitado para importar y exportar puede, como ya lo hacen de modo precario las llamadas “mulas” que operando sin licencia, probablemente acudiendo a la corrupción, cubren parte de la demanda y que legalizadas pudieran convertirse en aliados en una batalla económica en la cual ningún aporte es despreciable.

Estoicismo para resistir, valor para combatir, talento para maniobrar y constancia para consolidar resultados son armas que enriquecen el arsenal del pueblo cubano y de sus líderes. Plan contra plan, es la mejor alternativa.

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