Jorge Gómez Barata
Seiscientos años después del inicio de la mayor y más prolongada tragedia padecida por la humanidad, amplios círculos occidentales, muchas veces indiferentes al dolor humano, se dan por enterados del comercio humano, la más infame de las prácticas entronizadas por la modernidad. Bienaventurados los que toman conciencia.
Todo comenzó en Africa en el siglo XV, se prolongó durante quinientos años a lo largo de los cuales entre diez y cincuenta millones de jóvenes nativos fueron cazados como fieras y explotados como bestias en una noria que aún no termina. De alguna manera, el comercio humano está presente en más de 100 países, mueve alrededor de 40,000 millones de dólares y perjudica a unos cuatro millones de personas cada año, la mayoría de ellas niñas, niños y mujeres; la mitad son latinoamericanos.
Una forma particularmente intensa del comercio humano es el tráfico ilegal de migrantes, modalidad en la cual las víctimas dan su consentimiento y se realiza a escala transnacional. Actualmente los puntos de partida más sobresalientes son algunas regiones de Asia, Africa del Norte, Centroamérica y México. No obstante, el consentimiento no es jurídica ni moralmente válido porque es obtenido mediante engaños, manipulaciones y da lugar a inmensos sufrimientos.
El comercio humano que a través de los siglos ha tenido los objetivos más diversos e infames, hoy se perfila hacia la explotación sexual y la prostitución de mujeres y niñas, la obtención de órganos para trasplantes y, la esclavización laboral. Algunos opulentos “turistas” viajan miles de kilómetros para refocilarse con niñas y niños pobres que compran a proxenetas y tratantes de personas. Sus heridas jamás sanarán.
En Occidente, en gran escala, el comercio de esclavos se inició con la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo. Los mismos grandes navíos que hicieron posible la aventura atlántica, facilitaron el comercio marítimo humano a grandes distancias. Los principales destinos de los millones de esclavos trasladados a América fueron las Antillas, principalmente Cuba, La Española, Puerto Rico, Brasil y los Estados Unidos. Las cifras totales oscilan entre diez y cincuenta millones.
Una particular y pocas veces aludida forma de comercio humano fueron las adquisiciones territoriales. Aunque no intervino el dinero, la primera transacción con personas en gran escala ocurrió cuando España y Portugal incorporaron a sus fueros a los 50 millones de km², convirtieron en súbditos a los 90 millones de pobladores aborígenes de las Américas y, mediante el Tratado de Tordesillas, codificaron el mayor ajuste demográfico y geopolítico de que se tengan noticias.
En el siglo XIX las grandes adquisiciones territoriales mediante compra u otros procedimientos, incluida la guerra, Estados Unidos no sólo sumó los inmensos territorios de Louisiana, Alaska, Hawai y vastas extensiones de México, sino a los moradores de esas tierras que jamás fueron consultados. Europa y el Imperio Otomano no hicieron menos. El reparto territorial que implicó la Primera Guerra Mundial siempre incluyó a los habitantes que en ocasiones fueron tratados como ganado.
La partición de Palestina, las anexiones israelíes, la incorporación de Crimea al Imperio Otomano, luego a la Unión Soviética, más tarde a Ucrania y recientemente a Rusia, evidencia que el comercio con territorios y personas no es necesariamente pecuniario y puede asumir formas diversas, ligada a actitudes imperiales y a manipulaciones.
La problemática económica y social que comienza en Centroamérica asume formas migratorias, pasa por México y no termina en la frontera estadounidense, es un nuevo capítulo de una tragedia humana que se reitera y en la cual las personas son manipuladas en busca de mezquinos objetivos políticos. México ha sido emplazado: reprime o es reprimido, actúa como gendarme en las fronteras de Estados Unidos o será castigado.
Afortunadamente, el desafío llega cuando México ha madurado, es gobernado con legitimidad, limpieza, racionalidad y sabiduría y aplica políticas tan discretas, cautas como firmes. Doy por seguro que México será consecuente y contará con la voluntad política para asumir las posiciones más correctas y sobrevivirá a crisis y amenazas, no obstante, necesita la comprensión y el apoyo de los gobiernos concernidos.