Internacional

Justicia de paz a salvo... por ahora

Zheger Hay Harb

 

La Cámara de Representantes negó, por 110 votos contra 44, las objeciones presidenciales a la ley Estatutaria de la Justicia Especial de Paz (JEP) por abrumadora mayoría integrada por los partidos de izquierda y centro. Los representantes de la FARC debieron declararse impedidos por ser parte interesada en la materia.

La importancia de esta victoria de los defensores de la paz resalta más si se considera que muy poderosos personajes trataron de interferir en la decisión de los representantes: el ex presidente Uribe usó sus influencias y amenazas pero sólo logró mantener la adhesión de su partido y de los movimientos y partidos cristianos; John Jairo Cárdenas, representante a la Cámara por el Partido de la U (que nació como aliado de Uribe pero se mantuvo, con vaivenes, al lado del ex presidente Santos en el proceso de paz) dijo que el embajador de Estados Unidos se reunió con él y otros cinco congresistas y les pidió, previo a la votación, que votaran a favor de las objeciones del presidente Duque: “el embajador Whitaker nos invitó a su residencia. El nos invitó a que votáramos las objeciones presidenciales, nos expuso algunas consideraciones…cuando nosotros expresamos nuestros análisis y nuestros reparos, el señor embajador nos manifestó que eso era una leguleyada, dijo que las Cortes también se equivocaban, que éramos un poder autónomo y podíamos tomar otros caminos. Nos sugirió claramente desconocer las decisiones de la Corte (y agregó que) esto podría tener repercusiones en la ayuda del gobierno de Estados Unidos a Colombia”.

El embajador cursó invitación también a los magistrados de la Corte Constitucional, quienes declinaron asistir a su residencia. Mantuvieron la majestad que su investidura, como miembros del tribunal independiente de cierre en asuntos constitucionales aconseja, ante la prepotencia del diplomático que en su afán de acabar con la JEP ha perdido hasta la mínima compostura que su cargo ante un Estado soberano comporta.

Pero nadie que haya observado los últimos acontecimientos puede extrañarse: la prepotencia de Bolton mostrando sus apuntes con amenazas de enviar 5,000 soldados a Colombia, la presencia de Elliot Abrams en la mascarada de la “ayuda humanitaria” a Venezuela y los regaños de Trump a Duque porque pretende que nuestro país sea el único responsable del aumento de la demanda de cocaína de los adictos de su solar, indican una relación vergonzosa de obsecuencia por parte del gobierno del Centro Democrático. No es sino recordar que cuando Estados Unidos anunció su intención de enviar tropas a invadir Irak el entonces presidente Uribe dijo que por qué en vez de enviar a sus soldados tan lejos no venían aquí que les quedaba tan cerquita.

El dócil Duque, entrampado entre sus patrones el ex presidente Uribe y el imperial embajador, más disminuido que nunca, tendrá que enfrentar en unas dos semanas una segunda derrota porque todo parece indicar que la alianza que se fraguó para defensa de la JEP se mantendrá para la votación en el Senado.

El ex jefe negociador del gobierno en las negociaciones de paz, Humberto de la Calle, le ha lanzado un salvavidas para evitarle la debacle de esa muy posible derrota pidiéndole que retire las objeciones, pero Duque no tiene autonomía para decidir y Uribe, libre de responsabilidades, como que él no es quien tendrá que poner la cara, no le permitirá aceptar. Ya las canas que en la campaña presidencial le pintaron a Duque para darle aires de seriedad se van convirtiendo en reales ante el berenjenal en que está metido.

Desde luego que Uribe es un gran derrotado con la decisión de la Cámara; aunque conserva un gran poder que le permitirá insistir en sus ataques a la JEP, ya no cuenta con las mayorías que durante tanto tiempo lo acompañaron. También esta es una derrota del fiscal general Néstor Humberto Martínez que fue quien le aconsejó a Duque presentar las objeciones, con lo cual mataba dos pájaros de un tiro: hería de muerte al proceso de paz y tendía una cortina de humo sobre los innumerables cuestionamientos que sus nexos con casos de corrupción han llevado a pedir su renuncia. Pero ambos, Uribe y el fiscal pueden tirar la piedra y esconder la mano porque siempre tendrán al presidente como parapeto.

Luego de la paliza en la Cámara la minga indígena que desde hace un mes tiene tomada la carretera Panamericana se negó a recibirlo porque no accedió a reunirse con ellos en público sino que exigía hacerlo en un recinto cerrado. Son miles de representantes de varias etnias que van más allá de reivindicaciones puntuales. En una próxima columna me centraré en este tema, por ahora quiero sólo señalar que este movimiento, en vísperas de la muy posible derrota que le espera en el Senado, configura un escenario peligroso que sólo la aceptación y el respeto al acuerdo de paz en que se comprometió el Estado colombiano puede ayudar a desactivar. Veremos si Duque se atreve aunque hay razones para dudar.