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Internacional

El canto del colibrí

Pedro Díaz Arcia

En diciembre de 2014, el presidente Barack Obama, ante el fracaso del bloqueo contra Cuba en su afán de descarrilar la Revolución, reorientó las acciones gubernamentales hacia una nueva política encaminada a tender puentes entre Washington y La Habana, que incluyó el restablecimiento de relaciones bilaterales y la reapertura de embajadas en las respectivas capitales. Hubo un nivel de intercambio entre ambos países como nunca antes después del triunfo del 1 enero de 1959, con beneficios sin dudas para la isla caribeña, en la búsqueda de abrirse al mundo.

Pero no nos llamemos a engaño, el objetivo del cambio estratégico no era otro que el de corroer desde dentro las entrañas del sistema y destruir su régimen político. A fines de mayo del año 2016, la Open Society Foundations (una red de Organizaciones No Gubernamentales), de George Soros, desarrolló el “laboratorio de ideas” Cuba Posible para provocar ese propósito. El “tanque pensante”, financiado por la Fundación Ford y la propia Sociedad convocó a figuras de dudosa reputación para concentrarse en “los desafíos actuales” de la nación antillana.

El “altruista” húngaro contribuyó a desestabilizar el “campo socialista”; fue un promotor de las “revoluciones de colores” de Medio Oriente y Africa del Norte. Su nombre no escapa cuando se trata del golpe parlamentario en Ucrania o de las conjuras contra Venezuela. Su dogma: mantener la hegemonía del capitalismo.

En 2008 apoyó la campaña de Obama y junto a la Fundación Ford, de oscura complicidad con la CIA y otras instituciones, financiaron desde la década del noventa la revista Encuentro de la Cultura Cubana con el fin de extrapolar valores ajenos a la idiosincrasia criolla y mellar su filo ideológico. La labor de zapa tenía viaja data.

Sería injusto desconocer el mejoramiento que representó para nuestro país la actitud adoptada por el presidente estadounidense. Incluso, no faltaron algunos politólogos que se empalagaron con la miel, sin preocuparse por los trascendidos.

Años antes, en 2010, la Agencia de Estados Unidos para la Ayuda al Desarrollo (USAID) creó una red social para alentar a los jóvenes a unirse a la disidencia fomentando una “Primavera Cubana” con el uso mediático del ciberespacio. El denominado “ZunZuneo”* contaba en 2011 con unos 40,000 suscriptores. La inmensa mayoría, que recibían servicios gratuitos de Internet, no conocían de qué se trataba. La red, al clasificar por género, edad, tendencias políticas e incluso receptividad a ideas nuevas, podía concentrarse en captar adeptos para la conspiración. Ante el temor a ser detectada por las autoridades cubanas se fue esfumando.

En 2009, el contratista norteamericano Alan Gross, arquitecto del artificio, había sido detenido por ingresar ilegalmente al territorio equipos de alta tecnología. La historia ulterior es conocida.

Desconocer las dificultades que representa para nuestro país la irresponsable decisión del presidente Donald Trump, es cerrar los ojos a la realidad. Cuba ha reiterado su decisión al diálogo. Algo imposible sin interlocutor y, de ser así, con una pistola en el pecho.

Al aplicar el tercer carril de la extraterritorial ley Helms-Burton, no utilizada por ninguno de sus antecesores, el presidente pretende pasar a la historia, entre “otras glorias”, por destruir a la legendaria Revolución. No tengo dudas de que tendrá un lugar en el largo y tormentoso recuento de la Unión, pero por la lista de sus errores.

La coyuntura me recuerda al emblemático Alejo Carpentier al decir: “es historia que se repite, se muerde la cola, se traga a sí misma”.

*El término se utiliza coloquialmente para designar el canto de un colibrí.

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