Internacional

Díaz-Canel: un año de continuidad

Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga(Especial para Por Esto!)

LA HABANA,Cuba, 19 de abril.- El primer año de su mandato halla al presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez como habría estado Fidel Castro, a quien reiteradamente evoca: junto al pueblo, y batallando.

Quizá por ello se mantiene la ojeriza de los intolerantes de Miami y Washington, quienes siguen profundizando el asedio, aunque ya no está en el poder la que ellos siempre llamaron “dictadura de los Castro”.

Tontos quienes pensaran que dejando de estar los dirigentes históricos al frente del Gobierno, cesaría la persecución contra la Isla. A lo que no se resignan los ultraderechistas miamenses y sus mentores —lamentablemente de vuelta, en su peor versión, en el despacho oval de la Casa Blanca— es a que Cuba mantenga viva la Revolución.

Y ciertamente, el cambio generacional acontecido en la primera magistratura con la elección de Díaz-Canel como Jefe de Estado y de Gobierno, y su asunción el 19 de abril de 2018, ha significado continuidad: un vocablo al que el mandatario acude reiteradamente cuando se refiere a la irrupción en la política cubana de los pinos nuevos.

El actual Presidente ha bebido de las enseñanzas del Líder Histórico Cubano, Fidel Castro, y luego de las de Raúl Castro, y le gusta palpar el acontecer nacional con sus propias manos. Quizá por eso su modo de hacer le granjea tantas simpatías entre los cubanos.

Para conocer in situ cómo vive y qué le preocupa a ese pueblo, durante los 12 meses transcurridos Díaz-Canel ha visitado todas las provincias cubanas incluyendo al municipio especial Isla de la Juventud; y en algunos territorios, los recorridos han sido por partida doble.

Conversa con la gente, indaga sobre sus preocupaciones y ofrece respuestas. Nunca se le ha escuchado una promesa ni una expectativa abierta, en vano. Y maneja con tino y exigencia los problemas, algo a lo que debe ayudarle no solo este estilo de trabajo que lo lleva a dirigir escuchando y palpando sino, además, su enjundiosa hoja de servicios: una trayectoria que le permitió conocer todas las situaciones, primero, como dirigente de la Juventud Comunista, luego como secretario del Partido en las provincias de Villa Clara (su terruño natal) y Holguín, y más tarde como ministro de Educación Superior y luego, Primer Vicepresidente.

El recordatorio es oportuno no solo porque este viernes se cumpliera el primer aniversario de Miguel Díaz-Canel al frente de la dirección en Cuba. Además, tales argumentos explican, en parte, la voracidad y ferocidad de las más recientes medidas anunciadas desde Washington contra la Isla.

Cierto que pesan también otras circunstancias en ese recrudecido afán de EE.UU. de asfixiar a Cuba, ahora con medidas tan impopulares como la puesta en vigor del Título III de la ley Helms-Burton, que han rechazado prontamente la Unión Europea, China, Rusia, Canadá y México, entre otras naciones con más o menos peso en la arena internacional.

El repudio es lógico. Ese acápite de la legislación pretende hacer parte a esos países de la política hostil contra la Isla y pasar por encima de su soberanía, al tiempo que dañará a sus hombres de negocio y a sus propias economías: se permitirá desde el 2 de mayo que se demande, ante tribunales estadounidenses, a los empresarios de esos países que sostengan negocios en propiedades nacionalizadas por la Revolución.

Entre las otras circunstancias está —es verdad— el afán electorero del presidente Donald Trump en Florida, al que acuden algunos analistas para explicar el odio anticubano, matizado por el peso que tienen en su Administración personajes como Lincoln y Mario Díaz-Balart, la jubilada pero aún en activo Ileana Ros-Lehtinen, y de una nueva camada, como Marco Rubio.

Pero la postura agresiva del actual ejecutivo estadounidense también tiene que ver con ese confeso sentimiento monroista de su política; y con el convencimiento de que no habrá definitivo cierre del ciclo izquierdista —ahora en reversa— en América Latina, mientras existan una Venezuela y una Cuba irredentas en su aversión capitalista.

Es mucho todavía, empero, lo que en Washington tendrán que padecer esperando el giro que no llega en la Mayor de las Antillas. Cuba no solo acaba de aprobar por amplia mayoría de 85,5 por ciento de votos una reforma a la Carta Magna que renueva buena parte de la vida institucional, pero ajusta y reafirma el rumbo socialista, al tiempo que fungió como plebiscito que dio otro sí a la Revolución.

Además, en los próximos meses el Parlamento elaborará un manojo de legislaciones para asegurar la puesta en vigor de los nuevos preceptos constitucionales. Destaca entre esas normas la conformación, en un plazo de no más de seis meses, de una nueva Ley Electoral, tras lo cual se renovará la composición de la Asamblea Nacional y del Consejo de Estado.

Son esos algunos de los pasos que marcarán el quehacer de los cubanos en los meses venideros guiados por Díaz-Canel quien, como todo el país, deberá enfrentar también el reto que significa el discreto crecimiento económico previsto para este año en Cuba (1,5 por ciento del PIB) frente al recrudecimiento del bloqueo, que nos daña hace 60 años, y que a partir de ahora puede dañarnos más.

Pero no habrá claudicaciones. Eso lo garantiza el espíritu de fidelidad de Díaz-Canel, y el de la inmensa mayoría de este pueblo, que lo respalda.