Jorge Gómez Barata
En Cuba se puede confiar
uando en Venezuela la confrontación interna ha cruzado la línea de no retorno, desborda las fronteras y se proyecta internacionalmente movilizando tanto dispositivos de presión como estructuras negociadoras, gana espacio la idea de sumar a Cuba en la búsqueda de soluciones.
La Isla cuenta con avales que acreditan buena fe y capacidades para intermediar en difíciles situaciones políticas, aun cuando simpatice con alguna de las partes. Aunque sus relaciones con el movimiento de liberación nacional de Colombia eran conocidas, ello no impidió que varios presidentes colombianos confiaran en la capacidad mediadora de los cubanos. Tampoco el involucramiento en Angola inhibió sus capacidades para la diplomacia, ni las tensiones de una guerra afectaron su profesionalismo.
La participación cubana en Angola duró 15 años, en el curso de los cuales aportó unos 75 mil colaboradores civiles y más de 380 mil soldados y oficiales, contando los relevos, que circunstancialmente y pagando un altísimo precio, enfrentaron a las huestes de Sudáfrica y Zaire, y a las levas mercenarias reclutadas en Europa.
En la lucha armada y en la búsqueda de la paz, en los puestos de mando cubanos, y en el teatro de operaciones angolano, Raúl Castro, entonces ministro de las FAR y mano derecha del Comandante en Jefe en el diseño de las estrategias, junto a los generales, oficiales, soldados y reservistas cubanos, cumplieron un papel fundamental.
Cuando después de la victoria de Cuito Cuanavale en marzo de 1986, se creó en el sur de Angola una agrupación de tropas cubanas que llegó contar con 50 mil hombres, 1,500 tanques y transportadores blindados, 1,800 antiaéreas, 370 piezas de artillería, 80 aviones y 20 helicópteros y con la cual Sudáfrica no podía lidiar, Fidel Castro no aprovechó la ventaja para procurar una solución de fuerza, sino todo lo contrario.
A Estados Unidos no le convenía el Apartheid, que constituía un obstáculo para su política africana y estaba en vías de liquidación, y además no le preocupaba quién gobernara en Namibia. Su meta era la retirada de Cuba, que por su parte, comprendía que su misión había sido cumplida y podía retirarse dejando a Angola segura, Namibia independiente y al Apartheid herido de muerte.
De esa coincidencia estratégica, nunca expuesta de modo explícito, surgió el ambiente para las conversaciones de paz, en las cuales Cuba plantó su bandera: lo último que se discutiría sería el cronograma para la retirada de sus tropas, lo cual ocurría después de que Sudáfrica hubiera evacuado Angola. El criterio fue aceptado.
A partir de aquel momento, mientras se combatía intensamente, en mayo de 1988 comenzaron negociaciones en Londres a “cuatro bandas”, Angola-Cuba-Sudáfrica con Estados Unidos como mediador. Los avances fueron rápidos, entre otras cosas porque Sudáfrica aceptó retirarse de Angola y acató la Resolución 435 del Consejo de Seguridad de la ONU para la independencia de Namibia. A partir de entonces se efectuaron conversaciones, una en la capital británica, tres en Brazzaville, dos en Nueva York, dos en Ginebra y una en Cabo Verde.
Cuando Sudáfrica se había retirado de Angola y acatado la Resolución 435 para la independencia de Namibia, se negoció el cronograma para la retirada de las tropas cubanas. Sudáfrica exigía que fuera en siete meses, luego aceptó que fuera en veinticuatro, mientras Cuba y Angola fijaban el listón en treinta meses. Tras intensas negociaciones, finalmente se adoptó un plazo de veintiséis meses.
La operación sería verificada por la ONU. El presidente Ronald Reagan pudo vivir sus instantes de gloria al anunciar que había sacado a los cubanos de Angola, omitiendo que los cubanos, junto con angolanos y namibios, habían sacado a Sudáfrica de allí, y Namibia estaba lista para saludar su independencia. Los buenos entendimientos son así: todos ganan.
El 22 de diciembre de 1988 en Nueva York fueron firmados los acuerdos. La guerra y la misión internacionalista habían concluido. Para Cuba comenzó la Operación Tributo, que consistió en regresar a casa a 50,000 efectivos y los restos de los 2,085 combatientes y 204 colaboradores civiles caídos en aquella épica lucha.
Un detalle que habla de la limpieza de su comportamiento, es que Cuba no aprovechó ninguno de los contactos ni las relaciones establecidas con expertos o miembros de la administración estadounidense para introducir ningún elemento de su diferendo bilateral con Estados Unidos. De Angola solo se llevó sus muertos.
En un informe resumen al secretario de Estado George Schultz, Chester Crocker, principal negociador estadounidense escribió: “Los cubanos piensan que es una forma de arte … Somos testigos de un gran virtuosismo táctico y de una verdadera creatividad en la mesa de negociación. Castro tenía la estrategia más clara de todas las partes. En efecto, Fidel Castro fue uno de los grandes estrategas políticos del siglo XX y la calidad de sus diplomáticos fue una joya nacional…”.
Chester Crocker hizo justicia al líder cubano, pero también a su fuerza de tarea en la contienda diplomática que, bajo la dirección de Fidel, libraron la batalla de las palabras.
Si en lugar de hostilizarla, Cuba fuera sumada a la búsqueda de la paz en Venezuela, pudiera aportar su capacidad de convocatoria en América Latina, su privilegiada relación con el gobierno venezolano y su experiencia para procurar moderación, dar chances a la diplomacia, encontrar fórmulas de avenencia, frenar la violencia y alejar las nefastas amenazas de intervención militar.
Cuba no es parte del problema. Ninguna de las circunstancias adversas por las que atraviesa Venezuela se debe a la relación o a la presencia de personal civil cubano, especialmente médicos que trabajan por la felicidad de un pueblo que merece la paz. Como han afirmado el presidente Miguel Díaz-Canel y el canciller Bruno Rodríguez: “No hay allí tropas cubanas”.
Estados Unidos, como también Venezuela lo sabe, en Cuba se puede confiar. Los diplomáticos esperan su oportunidad. Para ellos todo el apoyo y toda la confianza. Allá nos vemos.