TUCSON, Arizona, Estados Unidos, 12 de mayo (EFE).- Después de haber arriesgado sus propias vidas para darles una mejor a sus hijos, las madres indocumentadas que se hallan en albergues en la frontera celebran este domingo su primer Día de la Madre en EE.UU. con alegría, y esperanza de lograr una vida mejor.
“Creo que por primera vez me siento tranquila, me siento segura. Por primera vez puedo disfrutar nuevamente de la sonrisa de mis hijos”, dijo a Efe la guatemalteca Sandy Gómez, madre de Donaldo, de 2 años, y Denis, de 8 años.
Gómez, cuyo destino final es la ciudad californiana de San Francisco, se encuentra con sus hijos en el albergue para migrantes que se ha establecido en el que fuera el Convento Benedictino de Tucson, en Arizona.
Ha llegado hasta allí liberada por la Patrulla Fronteriza de EEUU, a la que se entregó con un pedido de asilo, y tras caminar miles de millas, cruzar varias fronteras y pasar hambre, junto a otras cientos de madres centroamericanas que huyen de esa tierra de nadie en la que se están convirtiendo sus países, controlados por los cárteles de droga y la delincuencia organizada.
La guatemalteca, junto a otras centroamericanas, está celebrando por primera vez el Día de la Madre en Estados Unidos, un país que espera les “abra los brazos” y les permita el sueño de una vida nueva y mejor.
“Lo primero que piensa uno es en sus hijos. Ellos comen primero, ellos toman agua primero, no importan los sacrificios, no importa el cansancio”, dijo Gómez, mientras le daba de comer a su hijo Donaldo.
En países como México y Guatemala, el Día de la Madre se celebra cada 10 de mayo, a diferencia de Estados Unidos que se festeja cada segundo domingo de este mes, y por ello el personal del albergue ha regalado flores durante todo este fin de semana a las progenitoras que están y a las que van llegando.
Como Esmeralda Rodríguez, quien sin poder contener las lágrimas por todo lo que ha vivido en las últimas semanas no deja de abrazar a Diego, su bebé de apenas diez días de nacido y quien llegó a este mundo mientras cruzaba por territorio mexicano.
“Tengo muchos sentimientos. Aun no me recupero del parto, de la angustia de cruzar la frontera, de estar detenidos, pero al mismo tiempo siento mucha alegría porque me voy a reunir con mi madre por primera vez en 16 años, la voy a volver a ver mañana”, relató Rodríguez, de 22 años de edad y que dejó Guatemala cuando estaba embarazada.
Próxima a dirigirse a Texas, y con su hijo en brazos, asegura que todos los riesgos y peligros de la travesía “valieron la pena”.