Zheger Hay Harb
La desaparición del ex comandante de las FARC Jesús Santrich genera una situación que sólo beneficia a los enemigos del acuerdo de paz que él firmó comprometiéndose a aceptar lo ahí pactado.
Por eso “frente a la decisión de Jesús Santrich de abandonar su esquema de seguridad y salir de la zona de Tierra Grata… sin dar aviso a la dirección del partido”, el consejo político nacional de la FARC le pidió que “reafirme con su presencia, en los escenarios que le fueron asignados por la dirección del partido, los compromisos adquiridos en sus años de militancia revolucionaria y en virtud del Acuerdo de Paz”.
Como han dicho tantas veces, especialmente ante la actitud contumaz de Iván Márquez, “el Paisa” y otros que no se han presentado a responder ante la JEP: “Desde el momento de la firma del Acuerdo de Paz (…) asumimos un compromiso político y moral inclaudicable frente al país y la comunidad internacional. Los fundadores de nuestro movimiento nos legaron un principio que siempre hemos honrado: no firmamos ningún documento que no estemos dispuestos a cumplir” a pesar de que sabían que tendrían que recorrer un “camino sembrado de dificultades y con enemigos muy poderosos”.
Como está en libertad, el congresista no puede, hasta el próximo día 9 del presente mes, considerarse evadido; pero ese día deberá presentarse a audiencia en la Corte Suprema; ahí sí su incumplimiento puede significar su expulsión del proceso de paz.
Santrich ya se había posesionado en su curul en el Congreso de la República y estaba de visita en la zona de protección antes mencionada; cuando sus escoltas (en su mayoría miembros de ese partido tal como se estipuló en el acuerdo de paz) fueron a buscarlo a su habitación, encontraron una carta en donde dice que renuncia voluntariamente a su esquema de seguridad y que va a Valledupar, ciudad cercana, a visitar a su hijo. Sin embargo éste ha dicho no conocer su paradero. Hay que preguntarse por qué tenía que renunciar a su esquema de seguridad para ir a cualquier lugar si tenía libertad de movimiento por todo el país protegido por gente de su confianza.
No se sabe a ciencia cierta dónde se encuentra, pero Noticias Uno ha dicho que un ex jefe de las FARC, a quien no identifica, les hizo llegar un video en el cual alguien que se presenta como miembro de esa organización, en un acto público en un barrio de Barranquilla donde era esperado Santrich, afirma que éste se encuentra en Venezuela adonde huyó para salvaguardar su vida.
Es cierto que Santrich ha sido víctima de un proceso de entrampamiento para hacerlo parecer como un narcotraficante que se mantiene en ese delito luego de la firma del acuerdo con lo cual pretenden lograr su extradición y que en esa trampa han participado la Fiscalía general, la Embajada de Estados Unidos y la DEA bajo la mirada complaciente del gobierno nacional y el aguijoneo permanente del ex presidente Alvaro Uribe y su Partido Centro Democrático.
Pero también es evidente que la separación de poderes ha funcionado, que la JEP logró preservar su jurisdicción y evitó su extradición con el apoyo de la Corte Constitucional y que la Corte Suprema dio su aval a la posesión de Santrich en la Cámara de Representantes.
Eso, sumado al hecho de que sus antiguos compañeros, incluido el ex jefe máximo de la antigua guerrilla y hoy presidente del nuevo partido ejercen como congresistas sin otros contratiempos que los de la controversia política, por más que esté siempre plagada de mentiras y golpes bajos, hace difícil aceptar la razón esgrimida por Santrich.
Ya antes el partido FARC había rebatido el mismo argumento por parte de Iván Márquez, quien afirma que no ha comparecido ante la JEP por falta de garantías de seguridad, diciendo que mal harían ellos en decir que no hay garantías para la actividad política abierta si están desempeñándose como congresistas.
Eso no puede llevar a desconocer que la defensa de los derechos humanos es peligrosa en el país como lo demuestra el asesinato de cientos de estos activistas, entre ellos antiguos guerrilleros que se habían desmovilizado, en buena parte porque la restitución de tierras que se pactó en el acuerdo de paz sigue siendo un móvil para el crimen. Pero también es cierto que hay espacio para la actividad pública que es la que se espera de Santrich y sus compañeros de dirección tal como sostienen Timochenko y los miembros del consejo nacional de ese partido.
Esta fuga viene a enrarecer el ambiente y a dificultar la acción de la JEP que, por supuesto, ya empieza a ser maliciosamente cuestionada haciendo parecer que su negativa a aprobar la extradición ha tenido como consecuencia su fuga. El ex fiscal, Uribe, el presidente de la República, la DEA y el embajador de Estados Unidos estarán de plácemes diciendo que tenían razón cuando lo acusaban de narcotraficante y que su huida es la prueba de ella. El otorgamiento de libertad condicional para los desmovilizados que se presenten ante la jurisdicción de paz posiblemente será sometida a filtros más fuertes que los aplicados hasta ahora y las organizaciones sociales, líderes de opinión y los miles de ciudadanos que han organizado marchas pidiendo respeto a los derechos de Santrich tendrán ahora mayor dificultad para exigir la acogida de los desmovilizados en el seno de la sociedad.
Con ésta, como con otras acciones suyas más petulantes que reivindicativas, Santrich genera un ambiente de desconfianza hacia los ex guerrilleros que luchan por sacar adelante sus vidas en un clima tan políticamente adverso. Su arrogancia no le permite ver que para quienes viven en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), como el de Tierra Grata su fuga contribuirá a generar desconfianza en la comunidad donde precisamente intentan integrarse.
Con esto Santrich ha demostrado que es más el cínico que contestó cantando “quizás, quizás, quizás” cuando le preguntaron si estaba dispuesto a reparar a sus víctimas, que el revolucionario digno que con tanta claridad ha expuesto sus principios en muchos escenarios políticos.