Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga(Especial para Por Esto!)
LA HABANA, Cuba.- La rica y “cosmopolita” historia que está atrapada entre las paredes del Hotel Nacional de Cuba le ha valido el título de Memoria del Mundo conferido por la UNESCO e, incluso, la valiosa condición de Patrimonio de la Humanidad; la misma que ha dado su cariz de joya a la capital cubana. Sin embargo, estos valores que hacen grande y distinta a la instalación bandera del turismo cubano, no son los únicos que ella atesora.
Además de ser capaz de “narrarnos” —gracias a sus fotos, monumentos y habitaciones históricas— el acontecer de 89 años de la vida de la Isla y “algo” de lo que han dejado a su paso más de 200 renombradas figuras del mundo —incluyendo a Fidel Castro—, el Hotel Nacional de Cuba mantiene el encanto de la instalación hotelera de punta que era cuando se estrenó en 1930: émula de los mejores de Nueva York entonces y, por mucho, el “buque insignia” de los hoteles cubanos.
Casi nonagenario, el Nacional sigue siendo igual de “bueno” hoy y el predilecto de quienes saben distinguir —como decimos los cubanos— “la calidad”. No solo se mantiene como nuevo y luce, impecables, los lustrados mosaicos sevillanos de una parte de sus interiores, la pulida buena madera de sus casi centenarias puertas; la transparente agua de su piscina, y hasta el abanico verdiazul de la cola de los hermosos pavo reales que adornan sus jardines, que aquí parecieran más brillantes y lustrosos.
También ofrece un servicio inigualable que le hará placentera la estancia en cualquiera de sus tres restaurantes, sus cuatro bares, el cabaret Parisién o, incluso, en la intimidad de su habitación, hasta donde llega igual de humeante y olorosa la taza de café, y crujiente la tostada con mantequilla.
No por gusto lo siguen visitando importantes personalidades del orbe: no hay vista al mar tan imponente, ni comida tan rica, ni música mejor interpretada… ni agua tan caliente en la ducha como las suyas.
Yo, en su lugar, le juro que no lo dudaría si viajo a Cuba…