Zheger Hay Harb
El inefable ex presidente Álvaro Uribe, 11 años después de la Operación Jaque que liberó a 15 secuestrados por las FARC cuando Juan Manuel Santos era ministro de Defensa, sale ahora a decir que éste no tuvo ninguna participación en ella.
Según dijo Ingrid Betancur, una de las liberadas después de 7 años de secuestro, “fue una operación perfecta”. Y espectacular, diría yo. Aún no se conoce la verdad de cómo lograron hacer que el comandante guerrillero que custodiaba a los secuestrados subiera al helicóptero camuflado con símbolos de la Cruz Roja, lo cual (utilizar símbolos de organizaciones humanitarias en operaciones de guerra) está prohibido por el Derecho Internacional Humanitario.
Pero aunque eso se dijo en su momento, ante la liberación de personas que por tanto tiempo habían estado mantenidas en condiciones inhumanas por parte de las FARC, en un hecho que hace patente la degradación de la guerra y sus actores, ese asunto no fue resaltado suficientemente.
La Operación Jaque fue cobrada en su momento por el entonces presidente Uribe como una victoria del ejército, de su ministro de Defensa y suya propia, desde luego. Había tratado infructuosamente, por todos los medios, de lograr esas liberaciones. Insistía en su intención de adelantar operaciones militares de rescate a pesar de que en tantas ocasiones había terminado en la muerte de los secuestrados: así ocurrió con la periodista Diana Turbay, hija del ex presidente de la República Julio César Turbay secuestrada por Pablo Escobar, en 1991; la ex ministra de Cultura y esposa del procurador General de la Nación, Consuelo Araujo en 2001, el gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria y el ex gobernador de ese departamento y ex ministro Gilberto Echeverri y en ese momento consejero de paz cuando adelantaban una marcha por la paz en 2003. Los últimos tres casos por parte de las Farc.
También había intentado Uribe liberar secuestrados mediante negociaciones adelantadas por personalidades como la ex senadora Piedad Córdoba y el presidente Hugo Chávez a quien llamó para recabar su apoyo y luego le retiró el encargo sin siquiera una llamada protocolaria, lo cual contribuyó a agravar las relaciones con ese país.
Un video que mostraba los campos en que las Farc mantenían a los militares secuestrados encadenados y encerrados en corrales con alambre de púas conmocionó a la opinión pública y, si bien esto sirvió para aumentar el rechazo a la guerrilla también presionaba al gobierno para que lograra su libertad. Así que para Uribe era urgente mostrar resultados en la liberación de los secuestrados en lo cual sus antecesores Andrés Pastrana y Ernesto Samper habían tenido éxitos mediante la negociación.
En ese ambiente se produjo la Operación Jaque. Santos apareció en todos los medios de comunicación como su estratega y esa imagen le ayudó bastante en su aspiración a la presidencia. Uribe lo vio complacido como su sucesor, luego de que el elegido de su corazón, el llamado Uribito, perdiera la encuesta que lo debía hacer candidato. Pero, en la historia ya conocida, Santos apenas asumió la presidencia hizo las paces con el presidente de Ecuador Rafael Correa, enemigo jurado de Uribe desde cuando el ejército colombiano invadió territorio ecuatoriano para dar de baja al comandante Raúl Reyes de las Farc, y con Hugo Chávez, de quien dijo que era su nuevo mejor amigo contra la voluntad de Uribe, que lo consideraba su enemigo y a partir de ahí Santos se ganó el odio perpetuo del ex presidente.
Ahora, en la celebración de un aniversario más de ese rescate, Álvaro Uribe no ha podido controlar su rencor contra Juan Manuel Santos y, contra toda evidencia, ha dicho que éste no tuvo ninguna participación en la operación y, sobre la figuración de su ministro de Defensa, refiriéndose al proceso de paz que éste después adelantó, ha dicho: “Primó el Estado pero el beneficiario político hizo que después primara el terrorismo”.
El general Juan Carlos Rico, quien asumió la dirección de la operación, ha salido a desmentir a Uribe: “el entonces ministro Santos estuvo todo el tiempo al frente de la operación de manera permanente, mantuvo una fluida comunicación con los altos mandos para estar al tanto de los pormenores, supervisó su preparación y ejecución y nos dio todo el apoyo y el respaldo político…la utilización política de esta operación no le hace ningún bien a nuestras fuerzas armadas”.
Ante esa demostración de que el odio y el rencor ciegan de tal manera al ex presidente hasta llevarlo a negar hechos que constan en registros fílmicos, uno se pregunta si hay alguna esperanza de que se ponga en paz por lo menos con su propio pasado a ver si algún día deja de atravesarse a la construcción de un futuro pacífico para el país.