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Apoyo al trabajo infantil, la más reciente insensatez de Bolsonaro

Adriana Robreño

Crónicas brasileñas

“El trabajo dignifica a los hombres y a las mujeres, poco importa su edad”. Esa fue la frase con que el presidente brasileño Jair Bolsonaro expresó su más reciente síntoma de insensatez absoluta al dar a entender que apoya que los menores de edad laboren. Incluso utilizó su ejemplo personal para justificar tamaña locura: “Trabajo desde los ocho años (...) y hoy soy lo que soy”.

Quisiera el gobernante eliminar de la legislación la prohibición al trabajo infantil, pero reconoce que no lo hace porque “sería masacrado”. Para él, es normal, e incluso saludable, lo que va a contramano de toda la pedagogía a nivel mundial porque, entre otras consecuencias negativas, impide estudiar y jugar, dos actividades imprescindibles para el desarrollo adecuado de los menores.

A través de una transmisión en vivo por Facebook, el mandatario protagonizó la polémica que, como es lógico, inmediatamente fue rechazada por diversas organizaciones civiles. La Orden de Abogados de Brasil, la Asociación Nacional de Abogados Laborales y el Foro Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil, son algunas agrupaciones que emitieron una declaración conjunta para contrarrestar la declaración de Bolsonaro. De acuerdo con el documento, “la protección contra el trabajo infantil no es un compromiso aleatorio sin motivación. Varios estudios y estadísticas muestran cuán dañino es”.

La coordinadora nacional de Combate a la Explotación del Trabajo de Niños y Adolescentes, Patricia Sanfelici, afirmó a la prensa local que ese tipo de opinión es frecuente en la sociedad brasileña y justamente es lo que las autoridades hasta ahora intentan combatir diariamente. “La alternativa adecuada y justa para los pequeños será siempre la educación y el cuidado, no se puede pensar de otro modo. La Constitución brasileña asegura protección integral, absoluta y prioritaria a la infancia”, destacó la fiscal del Ministerio Público del Trabajo.

Después de tanta polémica, el jefe del Ejecutivo intentó, en vano, retractarse al pedir no confundir trabajo y disciplina con explotación. Cuántas veces ha tenido ya que reformular algunas de sus declaraciones por el impacto negativo e impopular de todo lo que dice. Los primeros meses del ex capitán se han caracterizado por un rosario de decisiones y frases disparatadas que van desde la posible entrega de tierras indígenas hasta homofobias e intolerancias, pero nunca se sabe qué teoría absurda vendrá después.

¿Será que el ultraderechista pretende llevar nuevamente al país a la época en que el conocimiento y la educación era un derecho para privilegiados y adinerados? ¿Será que nunca ha visto en la Explanada de los Ministerios, en el centro de Brasilia, a dos jóvenes en pleno horario escolar vendiendo caramelos en un semáforo para poder comer?

No oculta el mandatario sus intenciones de dar al traste con toda una serie de políticas que desde hace varios años impulsa el gigante suramericano para evitar imágenes como las que aún infelizmente pueden verse en algunas ciudades y con más frecuencia en las zonas rurales.

La legislación brasileña prohíbe el trabajo de los menores de 16 años, excepto para los aprendices, que pueden comenzar a los 14. Sin embargo, datos del Instituto Nacional de Estadísticas (IBGE) revelan que cerca de 2.5 millones de niños y adolescentes de entre 5 y 17 años trabajan en Brasil.

Para evitar esa realidad, programas sociales como Bolsa Familia, creado en 2003 por el gobierno del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, exige a los pequeños asistir a las escuelas y cumplir calendarios de vacunación a cambio de una ayuda financiera. Ese es un programa contra la pobreza, contra el hambre y también contra el trabajo infantil reconocido a nivel mundial como una experiencia digna de repetir.

Luego de conocer esos empeños por hacer de Brasil un pueblo más preparado, es difícil ver cómo un presidente dice una frase tan absurda y abominable. Esas son ocurrencias que sólo pasan por la mente de un presidente sin sentido común.

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