Alfredo García
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Frente al desafío del presidente Donald Trump y la falta de autoridad de la Unión Europea (UE) para que Washington no aumente la tensión política con Irán, el viceministro del Exterior y jefe negociador nuclear iraní, Abbas Araqchi, informó el pasado domingo que su gobierno elevará la producción de uranio enriquecido “a un nuevo límite de 5%”, necesario para el suministro de combustible a las centrales eléctricas del país.
El Acuerdo firmado por Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Alemania con Irán en 2015, establece que el país persa se mantenga en el límite de 3.67%, porcentaje necesario para fines civiles, a cambio del levantamiento de las sanciones económicas.
Araqchi advirtió que el reactor de agua pesada de Arak, cuya “modernización se ha pospuesto”, si los firmantes que permanecen en el acuerdo nuclear no logran avances, “lo devolveremos a la situación anterior”. Arak es pieza clave del programa nuclear iraní, por su alta capacidad de producir plutonio.
La decisión del gobierno iraní llega después de un año de la salida unilateral de Trump del acuerdo nuclear, periodo durante el cual el presidente Hasán Rohani mantuvo el compromiso esperando que la UE tomara medidas para levantar las sanciones, según establece el pacto nuclear.
Araqchi recordó: “Los europeos se comprometieron a garantizar la venta del petróleo de Irán, y no lo hicieron; los europeos se comprometieron a garantizar el transporte, que tampoco lo cumplieron, también se comprometieron a garantizar el retorno de los activos iraníes y tampoco lo cumplieron”.
Trascendió que la decisión de Irán tras el incumplimiento por parte de la UE, se debió a que el texto del Acuerdo permite dejar de cumplir algunos compromisos, si uno de los firmantes incumple los suyos.
La intempestiva ruptura de Trump con el convenio nuclear por considerarlo “horrible, que nunca debió firmarse” y el regreso de las sanciones económicas contra Irán, han provocado una crisis de impredecibles consecuencias, donde el ego de Trump y su irrespeto hacia los acuerdos internacionales prevalece, ignorando a aliados y adversarios poderosos.
Desde su campaña electoral, Trump amenazó con la cancelación de varios tratados internacionales firmado por el presidente, Barack Obama. En enero de 2017, en su primera decisión internacional, Trump se retiró del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés) firmado en 2016 por 12 naciones de diferentes regiones del mundo, bloque económico que representa el 13% del comercio global, por considerarlo “un desastre potencial para nuestro país”.
En junio del mismo año, el flamante presidente se retiró del Acuerdo de Paris Contra el Cambio Climático, avalado por los 195 países miembros de la ONU, tras calificarlo de “debilitante, desventajoso e injusto”. Si bien ambas decisiones afectan solo a la nación norteamericana, el desacuerdo con el pacto nuclear iraní compromete negativamente a varias potencias mundiales y rompe un equilibrio estratégico global logrado, después de 21 meses de intensas negociaciones entre EU e Irán.
Lo cercano al prudente mandato del presidente, Barack Obama, hace mayor el contraste con el irreflexivo gobierno de Trump. Después de recibir a “crédito” el premio Nobel de la Paz e impulsar su polémico programa de gobierno, el primer presidente negro de EE.UU. creo una esperanza de unidad y cambio en gran parte del electorado norteamericano. Sin embargo, el sector blanco anglosajón se sintió amenazado exacerbando la antigua tendencia racista que subyace en la cultura norteamericana y en lo que confía Trump para ganar la reelección en 2020.