Internacional

América contra América

Jorge Gómez Barata

La sucesión de los días y las noches, los nacimientos y las muertes, las personas y sus circunstancias, constituyen la historia real formada por hechos perecederos que se borran con el tiempo.

En cambio, las historias grabadas en piedra o escritas en papel, son testimonios eternos, unas cuentan verdades otras no, pero sus contenidos son los que importan, porque el devenir prescinde de los hechos reales, y se conforma con generalizaciones escritas. Así Trump puede declarar que Estados Unidos es invadido por los mexicanos, cuando ocurrió exactamente lo contrario.

México, California, Texas, El Paso, así como el resto de los territorios anexados por Estados Unidos y quienes vivían en ellos, estaban desde mucho antes de que desembarcaran los peregrinos del Mayflower, cuyos descendientes, movidos por los altos ideales plasmados en la Declaración de Independencia, fundaran los Estados Unidos. También estaban los pueblos originarios, de los cuales, en nombre de la Corona de España, Colón tomó posesión como si fueran rebaños.

La historia escrita y sus generalizaciones, obra de intelectuales mandatados por sus superiores, es sencilla e inapelable, se enseña a niños sin capacidad para discernir y, mediante el sistema escolar, los medios de difusión y el anecdotario se impone como un sistema de verdades inmutables, protegido por corazas ideológicas.

Antes de los mexicanos, en épocas de Colón, había en Texas apalaches, tonkawa, comanches, cherokees, wichitas y otros pueblos originaros. Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Francisco Vázquez de Coronado y otros, desde 1530, noventa años antes del desembarco del Mayflower, exploraron Texas, e incorporaron la región al virreinato de Nueva España.

Mucho después, en torno a 1820, capitaneados por Stephen Austin, comenzaron a llegar oleadas de emigrantes, quienes no eran ya colonos, sino ciudadanos americanos, presuntamente respetuosos de la ley, temerosos de Dios, que sin embargo, se apoderan de las tierras y combatieron a indios y mexicanos.

Confrontados por el entonces presidente de México Antonio López de Santa Anna, las fuerzas texanas se fueron a la guerra, y con el apoyo de Washington proclamaron la República de Texas, liderada por Samuel Houston, que derrotó al ejército mexicano. En 1845, como parte del turbión de la guerra entre México y los Estados Unidos y del despojo de vastos territorios mexicanos, la República de Texas se unió a los Estados Unidos, lo cual trajo un enorme progreso a la región, donde además apareció petróleo.

Más de medio milenio después de la conquista española, y a 171 años de la anexión mediante la compra de unos dos millones de km cuadrados de territorios mexicanos, todavía existen blancos racistas, que pretenden cazar mexicanos, porque como sus mayores, se creen con derecho a esclavizar y matar. Patrick Crusius, el asesino de El Paso, que según sus propias palabras fue “A matar a tantos mexicanos como fuera posible”, es resultado de una ideología eurocéntrica y supremacista, asentada en la práctica de despojar a los indios, esclavizar y linchar a los negros, y excluir a los hispanos.

Al dolor por los mártires mexicanos de El Paso, se suma la constatación del drama de los muertos norteamericanos. Más de la mitad de los treinta millones de mexicanos que viven en Estados Unidos nacieron allí, y son tan estadounidenses como sus verdugos. Estadounidenses eran también Lincoln, Kennedy, y Martín Luther King.

Lo que está en marcha no es una guerra contra México, sino de Estados Unidos contra Estados Unidos con el odio por motivación. Se trata de un conflicto en el cual todos pierden.