Internacional

Santidad de sangre y tierra

Zheger Hay Harb

Sor Teresa Gómez, hermanastra de los Castaño, fundadores de la organización paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia AUC, fue la encargada de gerenciar desde los años 90 el despojo de tierras producto de las masacres; finalmente acaba de ser capturada para que responda por varios de esos crímenes que incluyen el asesinato de líderes sociales.

Su muy católico y pidadoso nombre, como muchos de Antioquia, su lugar de origen, compendia esa doble moral acomodaticia tan establecida entre matones: el que peca y reza empata. Esa concepción ha estado presente en todas las olas de violencia que han carcomido nuestra sociedad: los curas que predicaban que no era pecado matar liberales en la matazón de los años 50 y los sicarios de Pablo Escobar que iban rezando el rosario en el recorrido para asesinar a sus víctimas y encontraban curas que les bendijeran las armas para garantizar puntería.

Durante muchos años se habló de los crímenes de esta supuesta émula de Sor Teresa de Calcuta, encubierta además como directora de una “fundación” –Funpazcor- creada en 1991, que luchaba “por la paz” en Córdoba, el departamento sede del comando paramilitar, donde ocurrieron las peores masacres y los mayores despojos de tierra. La paz de los sepulcros.

En 1990, con tierras que donaron algunos paramilitares y las que les habían arrebatado a campesinos de la zona, ella fue la encargada de adelantar una muy particular “reforma agraria” para dar tierras a reinsertados y víctimas de las FARC y el EPL. Pero a quienes recibieron estas supuestas donaciones les prohibieron vivir ahí, cultivarlas, venderlas o alquilarlas y finalmente fueron obligados a abandonarlas en un desplazamiento forzado masivo. No fueron las únicas: otras, apetecidas por los paramilitares, también fueron abandonadas por sus dueños bajo amenazas de muerte.

Luego vino la legalización que consolidó el despojo y Funpazcor, con su líder Sor Teresa se encargó de bendecir con escrituras públicas las tierras arrebatadas a los desplazados. Fue la época, entre 1990 y el 2004, cuando se produce la chambona desmovilización de los paramilitares en el gobierno de Alvaro Uribe, en que Colombia padeció el anegamiento en sangre de sus campos por las masacres de los paramilitares.

En 1998 la fiscalía detectó que esa fundación movía ingentes cantidades de dineros, que cientos de paramilitares se beneficiaban de ella y en 2001 allanaron la sede de la organización en Montería; allí encontraron documentos que comprobaban que la tal fundación era una fachada para el robo de tierras, el movimiento de dineros del narcotráfico, lavado de activos y tráfico de armas.

Pero la santa Teresa no pudo ser capturada. Mientras las autoridades la buscaban –no sabemos con cuánto empeño- ella se encontraba dirigiendo otro proyecto en el Occidente, en zona de territorios colectivos de comunidades negras, organizando, gracias al despojo de éstos, grandes plantaciones de palma africana, bajo la cobertura de otra organización “sin ánimo de lucro”, que registró legalmente y recibió aportes de Uniban (organización de empresarios del banano) y de organismos del Estado.

Las investigaciones sobre las actividades de Sor Teresa iban arrojando datos del despojo a campesinos bajo amenazas, muchas veces cumplidas, como el asesinato en 2007 de Yolanda Izquierdo, líder de la restitución de tierras, por el cual un juzgado la condenó a 40 años de prisión. Cuando se realizó el proceso de extinción de dominio a bienes del ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso, así como de los otros ex jefes de esa organización, se encontró que varios de ellos estaban a nombre de la abnegada Sor.

Ahora, finalmente, ha sido capturada para que responda por el asesinato de Yolanda Izquierdo, así como por los delitos de desplazamiento forzado, usurpación de tierras y muchos otros que harán de su proceso un amplio paseo por el código penal. Además, como dijo una de sus víctimas: “También es la oportunidad para que se esclarezca quiénes fueron los empresarios, ganaderos y terratenientes que estuvieron detrás del despojo de tierras, así como las muertes de varios líderes de restitución de tierras en el Urabá antioqueño”.