Internacional

No son dementes, son fanáticos

El presidente Donald Trump dijo en una declaración pública el lunes que “La salud mental y el odio aprietan el gatillo, no el arma”, algo que ha repetido ante genocidios semejantes cometidos por supremacistas blancos en el país; es decir, habría que establecer un control sobre los ciudadanos con problemas psiquiátricos (por supuesto que es elemental) y no sobre las armas que se venden con menos requisitos que para comprar una cajetilla de cigarrillos.

La causa de estos asesinatos contra seres indefensos se debe a la venta indiscriminada de armas sin controles adecuados; pero reconocerlo significaría enfrentar a la Asociación Nacional del Rifle (NRA), y a supremacistas blancos. También a políticos demócratas que se benefician de sus favores financieros, entre otros.

Pero, ¿es realmente la demencia la que provoca los ataques, o son los ataques los que pueden provocar demencia?

Generalmente son personas intoxicadas por una hegemonía racial mezclada con intereses políticos. Grupos supremacistas, incluso antigubernamentales, han existido a través de los años; pero no siempre al amparo y el estímulo desembozado del Despacho Oval de la Casa Blanca.

Cuando en el año 2003 el célebre actor Charlton Heston abandonó la presidencia de la poderosa Asociación, empuñó un clásico “Winchester” de 1866 y expresó una legendaria frase: “sólo me lo quitarán de mis manos frías y muertas”. ¿Estaba loco? No.

La agencia de publicidad Ackerman McQueen, con cuatro décadas de trabajo con la NRA, le cobró en 2017 un total de 42 millones de dólares por promocionar la cita de Heston y por la creación de un canal televisivo en el que colocaron capuchas del Ku Klux Klan en sus dibujos animados. Los gastos están bajo investigación.

En mayo de 2018, en la convención anual de la NRA, al dirigirse a 80,000 de sus miembros, en el evento que tuvo lugar precisamente en Texas, Trump aseguró: “Vuestros derechos de la Segunda Enmienda están bajo asedio, pero nunca jamás estarán bajo asedio mientras yo sea vuestro presidente”.

¿Existe, o no, una labor mediática, a veces subliminal, incluso para influir en la mentalidad de los ciudadanos desde temprana edad?

Nos asombramos al ver por los canales nacionales las imágenes de un niño de unos cuatro años que “rastrilla”, carga y descarga en cuestión de segundos un arma de alto calibre, ante la mirada orgullosa de una mujer rubia que lo felicita repetidamente.

¿Qué esperar de ese infante cuando tenga unos años más?

¿Cómo detener la violencia criminal si se vende armamento militar; sin saber adónde va o para qué se utilizará? ¿Puede ser un demente quien la use? Por supuesto, la manipula porque la tiene.

Pero, presumo, que quien viaja más de mil kilómetros con el fin de llevar a cabo una matanza selectiva no es un loco. Hay algo más en su mente. Por lo pronto, Trump no ha hecho alusión respecto a regulaciones estrictas sobre el tema. Sin embargo, no sólo los supremacistas están tras las armas. Los registros muestran que ante cada masacre se incrementa su adquisición por parte de familias estadounidenses. Es que el miedo toca a la puerta.

Los autores de estos actos, con independencia de su filiación política, si la tienen, están impregnados de sentimientos racistas y xenófobos, alimentados por una narrativa mediática que proviene de la Casa del Poder; gustan de lecturas de corte nazi al identificarse con el imperio de una raza aria; temen ser rebasados poblacionalmente por migrantes capaces de contaminar su ámbito de vida, alterando sus tradiciones, cultura; así como sus conceptos básicos sobre la convivencia y las relaciones sociales. Intolerantes al cambio.

No son dementes, son fanáticos.