Jorge Gómez Barata
La economía política se parece a la economía concreta como la filosofía a la vida real. Es decir, en nada. Excepto los profesionales y académicos altamente capacitados, la cultura económica de los militantes y dirigentes cubanos está formada básicamente por conceptos de la economía política contenida en los programas de ciencias sociales o marxismo-leninismo.
La economía política del socialismo, destilada en la Unión Soviética y exportada como producto “listo para el consumo” a los países del socialismo real, partió de una perspectiva teórica y sumamente abstracta de la dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, eje de la concepción del mundo basada en el materialismo histórico, y aunque puede servir de inspiración o referencia, no era una herramienta para el diseño de políticas económicas concretas.
En esa construcción teórica predominó un determinismo, según el cual el desarrollo de las fuerzas productivas, expresado en el crecimiento económico y el bienestar, dictarían la orientación y la evolución en todas las esferas y estructuras sociales, incluidos el derecho, la moral, la ética y por supuesto la política.
La realidad funcionó de otra manera. El legado de los abnegados bolcheviques que, a costa inmensos sacrificios, defendieron una revolución que era más que una utopía un proyecto, y los ciudadanos soviéticos que acudiendo a todas sus reservas morales, con impar heroísmo masivo, levantaron la economía de las ruinas de una devastadora guerra civil y dos guerras mundiales, y liberaron al país de la ocupación nazi, no fue imitado.
En Unión Soviética y en los países del socialismo real, las generaciones relativamente acomodadas y sus líderes fueron pasivos espectadores del derrumbe y de la restauración capitalista. En términos políticos, la prosperidad no los hizo más afines al sistema, sino menos. Es una paradoja, pero es un hecho que ninguna retórica puede cambiar. No es que los precursores hayan arado en el mar, es que la historia no funciona a partir de los códigos que habían aprendido.
En Cuba, cuando esos síntomas comienzan a mostrarse en forma de brotes, fertilizados por influencias imposibles de neutralizar, el imperio refuerza su agresividad, y los líderes no tienen todas las respuestas, se necesitan reflexiones mayores que conduzcan a consensos estratégicos acerca de qué hacer, lo cual, obviamente, no es insistir en esquemas fallidos.
Las tareas más trascendentales en la Cuba de hoy son de índole políticas, y se despliegan en tres escenarios.
1- Concebir y aplicar resueltamente reformas estructurales no solo económicas, que aun cuando conlleven a costos sociales e impliquen el aplazamiento de metas que por ahora no son alcanzables, resultan imprescindibles. A corto plazo tales reformas pueden generar cientos de miles de empleos, bienes, y riquezas, que inevitablemente se redistribuyen, y que contribuirán a enderezar la economía, democratizar la sociedad, y encontrar fórmulas para el desarrollo sostenible.
La resistencia a desatar los ariques que impiden en el desarrollo de las fuerzas productivas, y que se expresan en una especie de fetichismo en torno a la empresa estatal y la negativa a permitir el fomento de las micro, pequeñas, y medianas empresas (PYMES), son trabas autoimpuestas por razones no económicas, que comprometen el futuro del proyecto social en su conjunto.
2- Generar un discurso político destinado a influir en los factores internos, y reforzar la cohesión social y política, asentado no en la retórica o la nostalgia, sino en metas realistas y posibles, que puedan sr compartidas por amplios sectores de la sociedad, y sirvan de sostén conceptual a un modelo político de país acogedor, en el cual todos y cada uno de los ciudadanos, especialmente los jóvenes, diseñen sus propios proyectos de vida. La labor ideológica interna debe ser específica y claramente diferenciada de los alegatos utilizados en el plano externo para confrontar a los adversarios o convocar a los amigos.
3- Es preciso renovar constantemente el arsenal de argumentos capaces de sustentar una actividad exterior que promueva la solidaridad, permita encontrar además de amigos, socios, que intensifique la cooperación, atraiga la inversión extranjera, y forme una plataforma que indique a los adversarios que para ellos también la cooperación es preferible a la confrontación.
Obviamente se trata de una exposición limitada y esquemática, más fácil de explicar que de aplicar, respecto a la cual obviamente no tengo respuestas. La tarea de la prensa o de los que miran los toros desde las barreras, nunca ha sido la de oráculos que conocen las soluciones ni la de los hipercríticos.
De lo que se trata es de contribuir a generar optimismo acerca de que el socialismo es viable, aunque de otra manera. Hacer lo mismo para obtener resultados diferentes no es racional.