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Internacional

Drones, misiles y represalias

Jorge Gómez Barata

El dinero asociado al petróleo se mide en billones de dólares, las guerras y conflictos que ocasiona por cientos y los muertos por millones. Cien países poseen reservas probadas de petróleo, de ellos, unos setenta exportan. Son pocos aquellos a los que el mineral no les ocasiona conflictos internos y externos y se cuentan con los dedos de una mano los que no sufren deformaciones económicas estructurales a causa de esa riqueza.

Como mismo ocurre con los alimentos, el mundo cuenta con suficiente petróleo para cubrir necesidades y dispendios, no obstante, las querellas, conflictos y guerras por el combustible no cesan. El capítulo más reciente es el ataque con drones y misiles a dos de las mayores refinerías del mundo ubicadas en Arabia Saudita.

La idea de convertir objetivos económicos en blancos militares no es nueva pero es reprochable, hágalo quien lo haga. Cuando, como en este caso, el ataque no aporta a quien lo realiza ninguna ventaja, no decide la victoria, no es una muestra disuasoria de poderío, apenas perjudica al rival, causa daños a decenas de países y tiene potencial para provocar conflictos militares de grandes proporciones y decenas de miles de muertos, las naciones y las organizaciones multilaterales tienen razones para condenar la acción.

Concluida la Primera Guerra Mundial, la primera librada con técnica motorizada (camiones, blindados, aviones, buques y submarinos) y en la cual el Imperio Otomano, que controlaba prácticamente todo el Oriente Medio, resultó derrotado, dando paso a un reparto, principalmente entre Gran Bretaña y Francia, Estados Unidos, verdadero ganador del conflicto y primer productor y exportador mundial de petróleo, miró para otro lado.

Desde entonces y hasta hoy el petróleo de los grandes productores del Tercer Mundo, entre ellos, Irán, Irak, Arabia Saudita, Kuwait, Venezuela, Sudán, Siria, Qatar, Emiratos Arabes, Omán, Yemen, Libia, Argelia, Timor Oriental, Chechenia y otros países, ha sido eje de conflictos. Ello ocurre por la capacidad del mineral de poner en manos de los gobiernos y las trasnacionales petroleras inmensas sumas de dinero, mucho poder e ilimitada capacidad corruptora.

Ningún ejemplo es más trágico que el de Venezuela, cuya riqueza petrolífera además de haber provocado enormes deformaciones estructurales a su economía, es motivo de corrupción, eje de manipulaciones y de una virtual guerra económica que ha colocado al borde de la ruina a una de las más prósperas economías del continente.

El ataque a las refinerías sauditas, del cual se culpa a Irán que, como es habitual, amenaza a Estados Unidos y a los países vecinos rivales con represalias devastadoras, posee potencial para provocar nuevas sanciones, contra el estado persa, incluso impuestas por la ONU y generar un conflicto militar de grandes proporciones, en la cual Arabia Saudita sería masivamente respaldada por Estados Unidos e Israel.

Paradójicamente, quienes no pueden ganar son aquellos que dispararon los misiles y volaron los drones, nadie sabe para qué.

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