Por Marina Menéndez
Fotos: Lisbet Goenaga
LA HABANA.— Nunca será olvidado por los cubanos el paso del ciclón “Flora”, en los primeros días de octubre de 1963, y las dantescas imágenes de ríos desbordados y casas sin techo, tras las cuales se supo el saldo de más de mil cien muertos y 11,000 viviendas destruidas, entre otros daños dejados por la que se considera como una de las peores catástrofes nacionales.
Nunca más fuimos sorprendidos. Cuba, ubicada en medio del Caribe, comprendió que debía estar preparada para esos meteoros.
No sólo se construyó una extensa red de represas y embalses que ayuda a almacenar y “aliviar” los excesos de lluvia, además de socorrer en las épocas de sequía. Se comprendió la importancia de prever. Por eso es importante evacuar a tiempo a quienes están en riesgo y, en el plano doméstico, destupir tragantes, proteger cristales, y otra serie de medidas que constituyen el ABC cubano cada vez que un nuevo ciclón asoma. Toca a los trabajadores asegurar los bienes del Estado, que son los de la población.
Entonces todos están expectantes del parte del tiempo, que tiene espacio habitualmente en cada informativo de la TV, y del cono de trayectoria del fenómeno climatológico.
Igual reaccionamos ante la formación de “Dorian”, cuyo terrible paso por Bahamas ocasiona consternación. El Instituto de Meteorología debió advertir desde hace varios días, para tranquilidad de todos: hasta ahora, no representa amenaza para Cuba.
La ciudadanía está adiestrada y “educada” para enfrentarlos, y no sólo por la reiteración en la indeseada visita de esos fenómenos climatológicos, cada año, en la temporada marcada entre el primero de junio y el 30 de noviembre.
Se realiza un ejercicio preparatorio cada año, y tienen un nombre elocuente: Meteoro.
El Consejo Nacional de la Defensa Civil, instancia fundada un año antes del azote del Flora y encargada también de la salvaguarda de la población ante eventuales actos de agresión, lleva de la mano tales menesteres en coordinación con el Instituto de Meteorología, que también ha ido perfilando su labor de pronósticos, cuya efectividad se ha valorado en más de un 90 por ciento durante los últimos 13 años.
Ocho centros nacionales de vigilancia alertan y juegan un rol fundamental junto con el Centro de Pronósticos del Instituto, y los 4 Centros Meteorológicos Provinciales existentes, las 68 estaciones convencionales y los ocho radares meteorológicos, que operan más de 1,400 trabajadores.
Sin embargo, la alerta temprana falla si no hay percepción de riesgo en la población y ésta no acata las instrucciones, como lo demostró el evitable saldo de diez muertos dejados por Irma en 2017.
En prever está el arte de la protección.