Internacional

Qué vendrá en EE. UU. tras el neoliberalismo

Manuel E. Yepe

En su recién lanzado libro “La Gran Democracia”, el profesor investigador en la Escuela de Derecho de la Universidad de Vanderbilt, Ganesh Sitaraman, ofrece su opinión sobre el tema del título, con notable repercusión en medios especializados del país.

“Durante 40 años hemos vivido una era neoliberal definida por políticas públicas de desregulación, liberalización, privatización y austeridad representados a escala mundial por gobiernos como los de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

Siendo básicamente sus ideas neoliberales, se han extendido hacia el centro e incluso a la izquierda, convirtiéndose finalmente en el consenso político reinante a mediados de la década de 1990.

Pero en esta última década, ese consenso neoliberal se ha derrumbado con desastrosos resultados.

Las políticas neoliberales han creado una enorme desigualdad, incentivando a los económicamente poderosos a remodelar la política, los mercados y la sociedad para que sirvan a sus intereses propios. El individualismo radical del neoliberalismo extirpó de la sociedad el colectivismo y la solidaridad dejando a las personas aisladas unas de otras hasta identificarles con sus identidades tribales primitivas.

De esos nuevos paradigmas políticos están derivando cuatro posibilidades para el futuro que Ganesh Sitaraman describe así:

La primera es un neoliberalismo reformado conservando el individualismo y las sensibilidades cosmopolitas de la ideología vieja aunque manteniendo las estructuras básicas del capitalismo neoliberal, sólo que invirtiendo los peores extremos de su economía redistributiva ascendente. “Algunos en este campo tienen un deseo nostálgico de que las cosas vuelvan a la normalidad, aunque reconocen que las reformas incrementales son esenciales. Otros, como los que ven el Ingreso Básico Universal como un paradigma para el futuro, quieren corregir las dislocaciones que crearon las políticas neoliberales, pero dudan en atacar de frente las causas fundamentales de la desigualdad.”

El verdadero peligro de este camino es que amenaza con más de lo mismo: la desafección persistente, las mayores erosiones de la confianza y la solidaridad social, con apenas demagógicas esperanzas en las alas.

La segunda posibilidad es un populismo nacionalista, que combina el nacionalismo étnico, religioso o cultural con el populismo económico, propósito que sería viable como estrategia de campaña electoral, pero que no sirve como estrategia de gobierno, ya que las elites políticas y económicas se oponen, tanto a los principios económicos como a los sociales de ese marco.

La tercera posibilidad es la que muchos definen como autoritarismo, que es la que mayor atención ha recibido de los especialistas y que los académicos y los comentaristas caracterizan por el aumento global de la autocracia: los insurgentes políticos de todo el mundo están canalizando el descontento popular para obtener sorprendentes victorias. Los regímenes de hombres fuertes rompen restricciones y normas constitucionales y colocan a las democracias constitucionales contra las cuerdas.

El mejor término para este tercer presagio es el de oligarquía nacionalista” (o triunfalismo en su variante norteamericana). Esta forma de gobierno alimenta el nacionalismo para el pueblo pero le otorga privilegios especiales a los bien conectados a la oligarquía. Su enfoque económico es por ello una consecuencia corrupta del neoliberalismo. Su política social es una reacción nacionalista. Su programa político implica amañar las reglas para que las mayorías populares no puedan derrocar a los poderosos. La oligarquía nacionalista es indeseable, por decir lo menos, pero podría definir fácilmente la próxima era de la política.

La última posibilidad es una nueva era de democracia que siga a la era del neoliberalismo. Así como sería un error reducir la oligarquía nacionalista a una política autoritaria, es un error pensar que preservar las elecciones, el voto, la prensa “libre” y las normas constitucionales es suficiente para que haya democracia, que siempre ha exigido mucho más a las sociedades y a los individuos.

Este paradigma no mira hacia el pasado con promesas de hacer grande a Estados Unidos nuevamente, y no nos resigna a golpes incrementales sino que mira hacia el futuro.

Sitaraman refiere palabras de Theodore Roosevelt: “Una gran democracia tiene que ser progresista o pronto dejará de ser grande, o dejará de ser democracia”.

La era neoliberal nos ha traído a este momento de crisis, y la batalla central de nuestro tiempo es ahora entre una oligarquía nacionalista y una democracia. La lucha por una gran democracia requerirá audacia y creatividad, coraje y determinación. Si queremos salvar la democracia, primero tendríamos que lograr una democracia, es la conclusión a que llega Ganesh Sitaraman.

*Este artículo se puede reproducir citando al periódico POR ESTO! como fuente.

http://manuelyepe.wordpress.com/