Pedro Díaz Arcia
En marzo de 2006, tres años después de la ocupación militar del país mediante la “Operación Libertad Iraquí” bajo el mando del presidente George W. Bush (2001-2009), un grupo de soldados estadounidenses se entretenía en un juego de naipes mientras tomaba whisky. Para alternar la diversión penetraron en un hogar donde violaron a una niña de 14 años, la asesinaron y prendieron fuego. Junto a ella, mataron a sus padres y una hermanita de seis años. En medio del macabro festín un soldado comenzó a asar alitas de pollo. El crimen se perpetró a 30 kilómetros de Bagdad.
Un estudio llevado a cabo ese año por el grupo británico de investigación “Opinion Research Business” (ORB) concluyó que cerca del 80% de las muertes fueron cometidas directamente por Estados Unidos, a razón de más de 300 por día.
La ocupación de la nación mesopotámica a partir de una de las estafas políticas de mayor relieve en las últimas décadas con el fin de apoderarse del petróleo y de un enclave geoestratégico para expandirse en Medio Oriente, abrió la “Caja de Pandora” en la región.
Pronto a cumplirse 17 años de ocupación militar estadounidense el Parlamento iraquí reiteró el pasado 5 de enero una resolución pidiendo al Gobierno que cancele la solicitud de asistencia de Estados Unidos para que se retiren sus fuerzas, enmarcadas en la llamada “coalición antiterrorista”, encabezada por Washington.
Poco después el Departamento de Estado habría amenazado a Irak con congelar una cuenta de su Banco Central en la Reserva Federal (Fed), incluidos sus ingresos por la venta de petróleo, según fuentes anónimas citadas por The Wall Street Journal.
En ese escenario de toma y daca, ajeno a la voluntad de sus respectivos pueblos, considero debe ubicarse la reunión privada del presidente iraquí, Barham Salih, y su “par” estadounidense, Donald Trump, en el Foro de Davos, y que ha sido rechazada enérgicamente por el Movimiento de Resistencia Islámica de Irak y el de Hezbolá Al-Nuyaba que habían pedido a Salih que no estrechará la mano de quien ordenó asesinar a sus comandantes, en referencia al ataque aéreo del 3 de enero en el que murió el icónico general Qasem Soleimani, entre otros altos militares.
En la cita los gobernantes abordaron lo relativo a la reducción de tropas norteamericanas, mientras destacaban la importancia de preservar la “asociación económica y de seguridad”. Todo lo contrario a lo exigido por las fuerzas populares.
Numerosas organizaciones iraquíes, encabezadas por las más emblemáticas de la resistencia, convocaron para este viernes a lo que llaman la “Marcha del Millón” para exigir la salida inmediata de las tropas ocupantes estadounidenses. Si se niegan, alertaron, sufrirán una gran derrota en el país.
Estados Unidos ha caldeado una vez más las tensiones en Medio Oriente colocándolo al borde de una guerra, altamente peligrosa dentro de sus fronteras, descontando su posible expansión.
En 2003 y bajo una pancarta en la que se leía “Misión cumplida”, George W. Bush proclamó en el portaviones USS Lincoln el fin de la guerra en Irak: era un fiasco.
A Trump le gustó el lema y lo utilizó en Siria, en un episodio con fines fraudulentos.
No obstante el chantaje, ¿puede proclamar el flamante magnate “Misión cumplida” en Irak?