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Por Marina Menéndez Fotos: Lisbet Goenaga (Especial para Por Esto!)

Banda Nacional de Conciertos

LA HABANA, Cuba.- Si, después de escuchar interpretar con excelencia tanta música de antaño, el oyente tuviese dudas de la mantenida autenticidad de la Banda Nacional de Conciertos de Cuba, quedaría satisfecho solo con oírles una pieza: el pasodoble “Lacaste”.

Pero puede que aún eso no le dijera todo. Entonces estas reporteras deberían agregar que “Lacaste” fue estrenada el propio día del debut de la banda, hace nada menos que ¡120 años!, y que hoy sus músicos tocan la pieza usando las mismas partituras escritas por su creador y, al propio tiempo, maestro fundador de la banda, Guillermo Tomás, quien estrenó la composición aquel lejano primero de septiembre de 1899 en que se dieron a conocer, en el legendario Parque Central.

Más de un siglo después afloran las caras jóvenes entre estos músicos que dan vida a una agrupación merecedora del apelativo de patrimonial, y que conduce un director tan joven como ellos. El maestro Igor Corcuera rebasa apenas los 30 años de edad, y está a cargo desde hace seis…

No obstante, bajo su batuta, la música suena a gloria cuando, como profesionales de experiencia, ellos dan vida a piezas representativas de la música cubana en su concierto de inicios de 2020, y lo hacen con la misma suave cadencia o armoniosa sonoridad (según el caso) de las bandas tradicionales que, alguna vez, una escuchó en esta o aquella retreta.

Lamentablemente, parece una costumbre casi olvidada aquí esa del concierto dominical mañanero que ofrecían las bandas locales en los parques, y que muchos escuchamos cuando éramos, tal vez, demasiado pequeños para aquilatar su valía.

La BNC no ha tenido que “inventar” para que sus bisoños intérpretes suenen como entonces; incluso, como debieron hacerlo los miembros del cuerpo policial de La Habana que conformaron, bajo la batuta del maestro Tomás, la banda primigenia, llamada así, Banda de Música de la Policía Municipal, y luego, Banda Municipal de La Habana.

Para hacerlo como ellos, los instrumentistas de hoy atesoran, y muchas veces usan, cerca de ¡cuatro mil! partituras originales entre las que se cuenta no solo el susodicho pasodoble, sino, entre otras tantas, las que tienen escritos cada nota y cada compás de la cubanísima y famosa zarzuela cubana «Cecilia Valdés», estampados de puño y letra de su compositor, el inolvidable Gonzalo Roig quien, por 36 años, dirigió la que ya era para entonces Banda Nacional de Conciertos de Cuba.

Experiencia y juventud

Se adivina el orgullo en el joven maestro y la misma pasión que al enarbolar la batuta, cuando cuenta del inmenso honor que ha sido para él y sus músicos interpretar obras como la “Cecilia…” en el mismísimo Teatro Martí donde Roig la estrenó con esta propia Banda, y siguiendo las mismas partituras.

Entre otros que la han dirigido, fue Gonzalo Roig quien, en opinión de Corcuera, quien más encumbró a la BNC después de todo lo que le aportó Tomás.

“A Roig se debe, por ejemplo, que a mediados del siglo XX se introdujeran los chelos para transformar la Banda en una sinfónica como existen en muchas partes de Europa y en Estados Unidos”, cuenta.

“Pero hay un momento en que esa presencia de las cuerdas se retira. Afortunadamente hemos podido recuperarla y, como ve, ahora tenemos seis chelos, dos contrabajos, y arpa y piano cuando la ejecución lo requiere. Ya la Banda Nacional de Conciertos de Cuba es una banda sinfónica que no tiene nada que envidiar a ninguna otra”.

Claro que en 120 años, no se ha mantenido estático su formato. “La Banda ha ido creciendo”, dice.

Hoy tiene casi 90 músicos que logran lo que Corcuera considera es “la combinación perfecta entre los músicos de experiencia que siguen tras los atriles, y los que se gradúan en las escuelas de arte, como yo. Todos son egresados de los conservatorios del país, y tenemos hasta másteres, que es un grado científico. Han llegado desde Guantánamo, la provincia más oriental, hasta la occidental Pinar del Río”.

Ellos conforman una agrupación muy versátil. “Aquí, en la Plaza de Armas, que es nuestro espacio natural, hemos hecho una obertura de ópera, o un movimiento de una sinfonía o un concierto; interpretamos hoy este programa de música cubana pero también traemos clásicos internacionales, rock, jazz, bandas sonoras de filmes…”

Y son invitados lo mismo para una puesta en un teatro, que para amenizar un acto oficial a nivel de Estado o de Gobierno.

Antes que músico: mambí

Es imposible hablar de la BNCC sin acudir a Guillermo Tomás Boufartigue, de quien el maestro Igor Corcuera aporta elementos biográficos interesantísimos, como el hecho de que hubiese combatido en las guerras de independencia, en la manigua, antes de conformar el conjunto musical que representaba a la policía de La Habana.

«Él era Capitán del Ejército Libertador y veterano de las guerras de independencia. Y con su esposa, Ana Aguado, recogieron fondos en Estados Unidos para la guerra, por indicaciones de José Martí», revela.

Según los historiadores, Tomás fue otro de tantos independentistas cubanos exiliados en Nueva York, y regresó a Estados Unidos en el año 1901, consumada la intervención norteamericana que frustró la independencia de Cuba. Entonces ya había fundado la Banda de la policía, y se envió a esta a la Exposición Internacional de Buffalo, donde ofreció 72 conciertos.

Es a su regreso que la agrupación cambia el nombre y deja de ser representación del cuerpo policial.

Desde su fundación, la banda cumplió la función de amenizar los actos oficiales, además de las retretas y conciertos en parques y teatros, e inició en 1905, conciertos didácticos para dar a conocer en la Isla, importantes obras de compositores europeos.

Dos años antes, en 1903, preocupado por la formación de sus músicos, el maestro Tomás había fundado la escuela que luego sería Conservatorio Municipal de La Habana, institución que hoy lleva el nombre, sin embargo, de otro importante exponente de la música cubana, Amadeo Roldán.

“Tal cual lo siento”

Perlado el rostro de sudor y húmeda su camisa, ha concluido Igor Corcuera la presentación de esta mañana de domingo.

Maneja la batuta con una pasión y energías que trascienden sus seguras manos y le hacen mover y enarcar el torso para dar énfasis a un movimiento musical; o extenderlo…

“Los músicos dependen, lógicamente, de la seguridad de uno, porque uno es quien da la intención a lo que se interpreta. Ellos tienen el molde de la música, y el director lo que hace es perfilar: esto aquí es menos, esto es más. Esto más fuerte, esto es más delicado. La reacción de las manos y no solo de ellas, de la cara, de los ojos: la mirada de uno al músico es lo que indica esa intención.

“Ud. puede escuchar a esta misma banda en una obra con otro director, y la escuchará distinta; por eso la música es tan rica, porque cada director la siente de una manera”.

Por su fogosidad, las suyas (sus maneras) evocan más al titular de una jazz band que al titular de una agrupación que tiene uno de sus fuertes en la música clásica. Incluso, su formación, primero como trompetista y luego como director, fue clásica. Pero Corcuera es auténtico y no imita.

“Dirijo como siento la música”.