LA HABANA, Cuba, 8 de enero (Por Pelayo Terry Cuervo, especial para Por Esto!).-El Centro de Estudios Martianos de Cuba rechazó de manera enérgica la profanación de varios bustos de José Martí en La Habana, “manifestaciones desconocedoras del más mínimo sentido del respeto a las esencias de la cubanía”.
En una Declaración hecha pública este miércoles, la institución, perteneciente a la Oficina del Programa Martiano, refiere que en los últimos días han aparecido en varios sitios digitales imágenes alusivas a actos de vandalismo contra bustos de José Martí y otras representaciones gráficas de contenido patriótico y revolucionario y en todos los casos estos iconos aparecen chorreados de pintura roja, “y se pretende hacer creer que tales acontecimientos proliferan en la capital, como si el caos reinara en nuestras calles”.
Señala el documento que lo primero que se recuerda al contemplar estas instantáneas indignantes, es aquel suceso vergonzoso, protagonizado por tres marineros norteamericanos, la noche del 11 de marzo de 1949, en que se ultrajó la estatua del prócer en el Parque Central de La Habana.
“Fuera de control por el exceso de alcohol, y acostumbrados a cometer impunemente todo tipo de desmanes, uno de estos individuos escaló la estatua y orinó sentado sobre su cabeza, mientras sus compinches lo animaban groseramente desde abajo. El gobierno servil de Carlos Prío Socarrás no procesó a los culpables, y la policía los protegió de la repulsa popular, que fue contundente y alcanzó a todo el país. Existen fotos del hecho, divulgadas por la campaña de denuncia que emprendió entonces la prensa, mientras el gobierno trataba de evitar la más mínima sospecha de enfrentamiento con el poderoso vecino del Norte”, apunta el Centro de Estudios Martianos.
Agrega que, si lacera rememorar la afrenta cometida por extranjeros en el pasado, más dolorosa, por la traición que motiva la falta, es la llevada a cabo por estos mal llamados cubanos. “Quienes reniegan tan vilmente de sus orígenes, ejecutan también una estrategia de desestabilización que apuesta por dividir y enfrentar a los cubanos, en beneficio de intereses espurios y del eterno enemigo de todos los pueblos dignos, Estados Unidos”.
“Las campañas mediáticas son bastante antiguas, y han estado presentes en momentos cruciales de la Historia de Cuba”, precisa la Declaración y recuerda que el 25 de marzo de 1889 Martí denunciaba una de ellas, orquestada por los diarios estadounidenses The Manufacturer, de Filadelfia, y The Evening Post, de Nueva York, en los que se trataba de demostrar la incapacidad de los nacidos en la Isla para gobernarse por sí mismos, pues eran “cobardes”, “inútiles”, “perezosos”, entre otros calificativos denigrantes.
“Ello pretendía preparar el camino para la tan apetecida anexión de Cuba a Estados Unidos, y los argumentos martianos en contra de la difamación fueron expuestos en la carta al director del rotativo neoyorquino, la cual se conoce bajo el título Vindicación de Cuba. Luego, innumerables veces, nuestra patria se ha enfrentado a falsedades y agresiones de todo tipo. Al parecer, ahora nos encontramos ante un caso singular, en el que se mezclan hechos y construcciones mediáticas, pues en la guerra contemporánea se prioriza el ataque a los símbolos, alrededor de los cuales se nuclea el alma de la nación y el espíritu de resistencia”.
Por último, el Centro de Estudios Martianos señala que esas manifestaciones están inspiradas en el afán de escindir el sentimiento patriótico, en aras de fomentar la violencia, generar una sensación de inseguridad entre los habitantes de la Isla y construir una imagen ficticia, mediática, de enfrentamiento interno para quienes nos observan desde el exterior.
“Es inútil pedir a mercenarios y traidores que lean a Martí, pues evidentemente a ellos no ha llegado su verbo estremecedor, su sentido de la ética y su voluntad de construir una patria mejor y más justa. Corresponde a los cubanos dignos enfrentar con valentía, sentido del honor nacional y sabiduría política el momento presente, lleno de complejidades y peligros”, concluye el texto.