Internacional

Es la política

Jorge Gómez Barata

A diferencia de la biología, en la política no operan las leyes de la genética ni los procesos pueden atribuirse a malformaciones congénitas. Estados Unidos y Cuba no están fatalmente condenados a ser eternamente enemigos. Así lo probaron los presidentes Barack Obama y Raúl Castro.

El diferendo entre ambos países tiene fecha de inicio, aunque no de caducidad. Se originó en 1901, y se agudizó a partir de 1959. En la primera fecha no fue provocado por los patriotas, ni deseado por la Revolución Cubana que no lo buscó, ni lo estimuló.

Las evidencias históricas muestran que hasta 1901, los vínculos entre Estados Unidos y Cuba fueron cordiales, incluso las expresiones anexionistas que se manifestaron desde el siglo XVIII, salvo excepciones, no tuvieron por la parte norteamericana un sesgo imperialista, ni desde Cuba indicaban actitudes sumisas. Entonces se trataba de geopolítica, de determinismo geográfico, de ventajas comerciales, coincidencias políticas, afinidades y conveniencias mutuas.

En sus memorias, Orestes Ferrara, originalmente un romántico joven revolucionario italiano, coronel y ayudante de Máximo Gómez, cuenta que la declaración de guerra de Estados Unidos a España, y el desembarco en Cuba, fueron recibidos con beneplácito en las filas del Ejército Libertador, entre otras cosas porque significaba el fin de la guerra y de los sufrimientos, la paz y la esperanza…”

A pesar de la torpe e insólita decisión del general Shaffer, que no permitió la entrada de Calixto García y sus tropas a Santiago de Cuba, el comportamiento de los ocupantes fue básicamente correcto, y contribuyó a que la isla sanara las heridas y la pobreza gestada por la resistencia de la Corona Española a reconocer el triunfo de las armas cubanas.

Todo cambió cuando en medio de la Asamblea Constituyente de 1901, el gobernador estadounidense de la isla Leonardo Wood, invitó a los miembros de la Comisión de Relaciones del órgano constituyente a una cacería en la Ciénaga de Zapata, ambiente en el cual le dio a conocer el contenido de la fatídica Enmienda Platt, que cambió el contenido de las relaciones de Estados Unidos con Cuba, y marcó el inicio de un diferendo que no es fatalmente eterno.

La Enmienda Platt fue tan absurda y abusiva que no solo encontró repulsa en la Asamblea Constituyente cubana, sino en la Cámara de Representantes y en el Senado de los Estados Unidos. Varios senadores, entre ellos Morgan, Bacon, Foraker, Pettus, Berry, Jones, Tillman, Culberson y Teller emitieron duros juicio contra el absurdo engendro.

Morgan, expresó: “Estamos realizando un acto de despotismo que no nos hemos atrevido nunca a realizar con una tribu de indios de los Estados Unidos”.

Finalmente, con una votación de 159 a 134 en la Cámara de Representantes y de 43 a 20 en el Senado, la enmienda fue aprobada. No obstante, varios congresistas insistieron en sus críticas, Mac Call acusó a su partido de haber violado, sin el menor escrúpulo, compromisos solemnes de la nación norteamericana…”

A pesar de la orientación antiplatista de las luchas populares durante la república, no hubo en el programa de la Revolución Cubana, ni en el pensamiento de Fidel Castro anterior a 1959, expuestos en La Historia me Absolverá, evidencias indicativas de la intención de asumir un rumbo político en ruta de colisión con los Estados Unidos. Por otra parte, aunque los vínculos de Estados Unidos con el régimen de Batista eran conocidos, incluidos la asesoría militar y el suministro de armas, la administración evitó dar la impresión de que se movilizaba para impedir el triunfo de la Revolución.

Como resultado de intensas luchas y de un empeño en torno al cual se unía el pueblo, las clases políticas y los sectores avanzados, finalmente en 1934 la Enmienda Platt fue abolida. No obstante, aunque ya no existe, entre Estados Unidos y Cuba se levantan obstáculos formidables como el bloqueo y la ley Helms-Burton, que sin embargo no impidieron a los presidentes Barack Obama y Raúl Castro restablecer las relaciones diplomáticas y avanzar en la normalización de todos los vínculos.

Con altura y dignidad, para facilitar el diálogo, la dirección cubana soslayó las reservas generadas por hechos como el apoyo a las bandas armadas y al terrorismo, incluida la invasión por bahía de Cochinos.

En un contexto latinoamericano propicio, Obama sugirió una especie de “nuevo comienzo” en las relaciones bilaterales, para lo cual, debido a las posiciones de la actual administración fuertemente influida por la actitud visceral de la derecha cubanoamericana y los condicionamientos de la situación internacional, los ambientes son poco propicios; no obstante, lo importante es resaltar que no existe ningún fatalismo que impida la normalización.

Nunca creí vivir para ver un portaaviones norteamericano entrar en un puerto vietnamita con los cañones enfundados, ni un mandatario norcoreano cruzar la línea de demarcación del Paralelo 38 de la mano de un presidente estadounidense; también hubo un día que el Air Force One aterrizó en La Habana, entre otras cosas porque hubo líderes que creyeron que sí se podía. No os asombréis, es la política.