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Gustavo Robreño

Tal como se esperaba, los senadores republicanos —menos uno- absolvieron al presidente Donald Trump de los graves cargos que encaraba en el juicio político a que lo sometieron a la Cámara los representantes pertenecientes al Partido Demócrata, quienes a su vez, forman la mayoría en este cuerpo legislativo.

Todo el prolongado episodio del juicio, desde su preparación hasta su desenlace, constituyó un culebrón preñado de acusaciones y rechazos, intrigas y chismes que matizaron la vida política del Imperio en las semanas recientes.

Ambas fracciones de la clase dominante del sistema imperial intercambiaron acusaciones, insultos y denuestos que, indudablemente -con la ayuda del poder mediático-, contribuyeron a desviar la atención de la opinión pública estadounidense, y aun la mundial, de otros problemas mucho más importantes que hoy enfrenta la humanidad.

Sin embargo, no deja de ser cierto también que los enredos, tropiezos y zancadillas que unos a otros se atribuyen los cabecillas de la clase política en Estados Unidos resultan preocupantes para el resto del planeta, habida cuenta de los recursos con que aún cuenta el imperio yanqui y su omnipresencia lícita o ilícita en muchas regiones del mundo actual.

No olvidar que el Imperio tiene casi 800 bases militares esparcidas mundialmente y desde ellas -no sólo desde Washington-, se generan amenazas y presiones sobre todos los gobiernos del planeta, incluidos sus propios aliados o socios.

En el caso de que hablamos, tengamos en cuenta que el bochornoso veredicto senatorial, no por anunciado deja de ser más abyecto y refleja nítidamente la corrupción y decadencia del sistema imperial y su bancarrota moral.

Con palabras más suaves, pero con el mismo trasfondo, así lo han reconocido algunos personeros del sistema imperial, principalmente de la fracción demócrata, quienes esperan que el veredicto definitivo sea el del próximo noviembre, cuando los electores determinen si quieren seguir o no atados al peligroso y excéntrico Trump.

Podrá saberse, entonces, si las huellas del juicio político les fueron desfavorables o no, al margen de lo que votaron los senadores republicanos, cuyo veredicto se conocía y ya habían adelantado que no serían imparciales en este caso.

Párrafo aparte merece el mensaje sobre el Estado de la Unión que Trump se vio obligado a dar, cuando aún estaba sometido al proceso de juicio político, caso único en la bicentenaria historia de la Unión. Y que el Partido Demócrata calificó acertadamente como “un torrente de falsedades”.

En marzo de 1885 escribía José Martí para el diario argentino La Nación: “Es recia y nauseabunda una campaña presidencial en los Estados Unidos…” Así la calificaba, desde entonces, el Apóstol de la independencia en Cuba, un profundo estudioso y conocedor de aquella sociedad donde vivió por casi veinte años.

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