Pedro Díaz Arcia
El capital financiero es un componente fundamental de la política exterior estadounidense. En una fecha tan lejana como el año 2010 la Reserva Federal (Fed) inyectó 600,000 millones de dólares para revitalizar la economía con la compra de bonos a lo largo de 7 meses hasta mediados de 2011, con el propósito de calmar las tensiones en el sistema bancario y colocar las reservas en un nivel que pudiera responder a las necesidades de liquidez.
Los fines geopolíticos de estas emisiones de dólares sin respaldo económico e ilegal los decide, antes y ahora, “la mafia financiera global” encabezada por Washington y sus satélites. En aquella ocasión, la bolsa tenía ya como destino acabar con la resistencia árabe y desatar en Eurasia revoluciones y guerras permanentes. No olvidemos que la oligarquía financiera puede controlar, de hecho lo hace, la economía de un país y la política de su gobierno, algunos con plena complacencia.
Más temprano en el tiempo, es llamativo que el 24 de septiembre de 2019 la Fed inyectara 105,000 millones de dólares en liquidez temporal al sistema bancario de Estados Unidos, en un esfuerzo por suplir las necesidades de financiamiento de los bancos y Wall Street tras una turbulencia días atrás; sin disminuir el gasto ni reducir el déficit.
Las compras de letras del Tesoro norteamericano se extenderán hasta mediados de este año como respuesta a turbulencias en el mercado de deuda a corto plazo. La deuda superó por primera vez en la historia del país los 23 billones de dólares, según cifras del propio Departamento del Tesoro al cierre de octubre de 2019.
¿Por qué Estados Unidos no cae en una crisis de pago?
En un programa televisivo, en septiembre de 2016, el entonces candidato Donald Trump respondió al presentador de CNN, Chris Cuomo, en el programa “New Day”: “Estados Unidos nunca tendrá que dejar de pagar su deuda porque ‘es el que imprime el dinero’”. Existía entonces el temor en círculos económicos y políticos de que habría insinuado en una entrevista con CNBC que, en lugar de pagar la deuda del país, podría renegociarla. El actual mandatario repitió que era “el rey de la deuda” por su experiencia en compras y recompras, entre otras “habilidades”.
Desde su arribo a la Casa Blanca el déficit se elevó a casi 50%; a pesar de que en la campaña electoral de 2016 criticó de manera reiterada el déficit de su antecesor Barack Obama (2009-2017).
El aumento del presupuesto militar estadounidense incrementa la deuda, pero fortalece su batalla por la hegemonía mundial. El Pentágono lo aumentó alrededor de un 4% en 2019 comparado con el año anterior, según el Balance Militar anual del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés). Europa, bajo la presión de Washington, lo elevó en un 4% en ese período.
La inversión en el gasto bélico es proporcional al aumento de la incertidumbre; en tanto no existen muros de contención ante peligrosos conflictos. La fecha para la extinción oficial del tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) está próxima, si no es renovado. Se trata de un acuerdo clave porque es el único que limita estos arsenales de Moscú y Washington; cuando se desarrollan misiles hipersónicos con flexibilidad en el vuelo y una potencia letal impresionante.
A todas éstas, en Medio Oriente la situación se complica ante una eventual escalada militar entre Rusia y Turquía, por los ataques de Ankara contra efectivos sirios y el apoyo a los terroristas.
La posibilidad de un alud de fuego en la zona es impredecible.