Con su habitual esplendor, las escuelas de samba de Río de Janeiro multiplicaron hasta la madrugada del lunes los mensajes de tolerancia, ignorando a las iglesias ultraconservadoras para las cuales la fiesta más grande del mundo tiene este año un olor a azufre más fuerte que de costumbre. Un Jesús negro nacido en la favela, homenajes a indígenas y a mujeres que sufrieron la esclavitud: este Carnaval reivindicativo logró además reafirmar su barroquismo pese a la pérdida de los subsidios ordenada por el Alcalde evangélico de la ciudad y a la “guerra cultural” desatada por el gobierno de Jair Bolsonaro. Mangueira, la vigente campeona, mostró a un Jesús con jean y corona de espinas bailando junto a sus discípulos en una favela. Al fin del desfile, una carroza monumental mostró un Jesús de piel oscura crucificado, con la inscripción “Negro” en lugar de “Inri” sobre la cruz. La noche de este lunes al martes se realizaron seis desfiles (AFP)