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MANAGUA, Nicaragua, 1 de marzo (Reuters/EFE).- El sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, defensor de la Teología de la Liberación en Latinoamérica y suspendido por la Iglesia Católica durante más de tres décadas por su militancia política, falleció el domingo a los 95 años.

A principios de 2019, Cardenal estuvo internado en un hospital de Managua por una grave infección renal. Sin embargo, sobrevivió y volvió a su rutina literaria con la distintiva boina negra que tocaba su melena cana.

“Nuestro gran poeta acaba de morir a sus 95 años, después de una vida entregada a la poesía y a la lucha por la libertad y la justicia”, escribió la escritora y también poeta, Gioconda Belli, en un mensaje dirigido a periodistas.

Un familiar cercano dijo que no logró vencer los problemas de salud propios de su edad, en especial del corazón y de los riñones.

Cardenal saltó a la fama en 1983 durante una visita a Nicaragua del Papa Juan Pablo II, quien con el sacerdote centroamericano arrodillado frente a él le negó su bendición porque antes tenía que “arreglar sus asuntos con la Iglesia”.

Cardenal fue uno de los referentes de la Teología de la Liberación, una corriente cristiana nacida en América Latina y caracterizada por un férreo compromiso con los pobres.

Cardenal nació en la ciudad central de Granada el 20 de enero de 1925, en el seno de una de las familias más influyentes del país. Pasó su niñez en la mansión familiar, a orillas del Gran Lago de Nicaragua.

Estudió en Managua y luego viajó a México para cursar literatura y filosofía, más tarde continuó sus estudios en Nueva York. También pasó una temporada en Europa.

En 1965 fue ordenado sacerdote en Managua y luego fundó una comunidad cristiana, casi monástica, en una de las islas del Gran Lago que adquirió con el dinero familiar.

Amor por la literatura

Pero mucho antes de su vocación religiosa surgió su amor por la literatura, en la que debutó antes de aprender a leer con unos versos dedicados a la tumba del poeta nicaragüense Rubén Darío, inspirados en las rimas que le leía su padre.

“Tuve la vocación de poeta desde que nací. Ya tarde en la vida me vino el apego religioso. Fui desde entonces un poeta que entregó parte de su trabajo a Dios. A eso añado la vocación revolucionaria: la entrega a Dios me llevó a entregarme al pueblo”, dijo Cardenal en una entrevista en 2003.