Internacional

Jorge Gómez Barata

La epidemia de coronavirus, cuyo origen se atribuye al consumo o manipulación de animales salvajes en un mercado de China, ha relanzado el debate en torno a la pertinencia de esa práctica que no se justifica económicamente ni la humanidad necesita. Aunque es usual en comarcas muy pobres, la dependencia de la caza y la pesca de animales salvajes para la subsistencia es estadísticamente insignificante.

En un proceso que tomó miles de años, el hombre dejó de depender de la fauna salvaje para alimentarse. Un paso trascendental fue el fin de la vida nómada y la adopción del sedentarismo, lo cual permitió la cría de animales para comer, practicada hace unos diez mil años.

Se puede afirmar que, para una alimentación óptima, a la humanidad le basta unas 20 especies de animales que son criados o capturados con ese fin, entre los cuales predominan el ganado bovino, ovino y caprino, los pollos y otras aves, el cerdo, y los peces. En consideración a la supervivencia humana, los demás animales son prescindibles.

Actualmente, la relación de las personas con los animales vivos se expresa, sobre todo, en la cría con fines económicos, de ganadería, avicultura, pesca y piscicultura, y por la existencia de las mascotas que a nivel mundial son más de mil millones.

En Estados Unidos hay 300 millones de animales de compañía, casi tantos como personas. Entre ellos predominan los perros, estimados en unos 500 millones en el mundo y los gatos son 600 millones. En México, entre perros y gatos, suman 25 millones. Últimamente, han proliferado las llamadas mascotas no convencionales, que son animales sustraídos de la vida salvaje y cuya presencia en entornos familiares es peligrosa.

La idea de que lo natural, muchas veces equivalente a salvaje es puro e incontaminado, es básicamente errónea. De hecho, comer animales salvajes, plantas desconocidas, beber agua no tratada, aplicarse remedios no certificados y consumir productos con presuntas cualidades afrodisíacas es sumamente peligroso para la salud, lo cual es extensivo a los animales domésticos y a las mascotas que requieren atención veterinaria.

Muchas enfermedades se asocian con animales e insectos como mosquitos, pulgas, garrapatas, chinches. Algunas de estas criaturas se han incorporado a la vida urbana y, en otros casos, los humanos entran en contacto con ellas al penetrar en los habitats donde impera la vida salvaje.

Se ha estimado que alrededor de seis de cada diez enfermedades infecciosas se deben a contagios de los animales. Algunas, como la encefalitis equina, de rudos efectos, se propagan cuando un mosquito pica a un animal o ave enferma y luego a un humano. Dolencias letales como la rabia y el ántrax, asociado al terrorismo, pueden ser trasmitido por vacas, ovejas y ciervos.

Las mascotas, incluidos los perros y gatos, las aves, incluso los peces, pueden trasmitir múltiples enfermedades. Entre ellas figuran la tiña, la temible salmonela y la leptospirosis que puede ser letal y se transmite de los animales de granja a las personas. En el inventario habría que incluir hantavirus, el virus del Nilo, la fiebre amarilla, el dengue, la malaria, los coronavirus y otras.

Es terrible saber que, por la actitud irresponsable de permitir la manipulación, venta y consumo de animales salvajes, no certificados para el comercio, puede haberse desatado una pandemia de proporciones planetarias que pone en peligro a la humanidad. Los hechos están a la vista. Ojalá que gobiernos y comunidades aprendan la lección. Allá nos vemos.