Tengo familiares y amigos en el extranjero que frecuentemente me recuerdan lo difícil que es vivir en Cuba, en lo cual tienen razón.
También es difícil morirse. Ni siquiera la terrible COVID-19 ha podido abusar impunemente de los cubanos. 100,000 médicos, una comunidad de alrededor de 60,000 científicos y trabajadores se lo impiden. A ellos se suman la cohesión de la sociedad y la eficiencia con que el gobierno gestiona la crisis. El conjunto hace la diferencia entre la vida y la muerte.
La pasada semana, un grupo representativo de la comunidad científica nacional, entre ellos la doctora Ileana Morales Suárez, directora de Ciencia e Innovación Tecnológica del Ministerio de Salud Pública; el Dr.C. Pedro Más, vicepresidente de la Sociedad Cubana de Higiene y Epidemiología; el decano de la Facultad de Matemáticas y Computación de la Universidad de La Habana, doctor Raúl Guinovart Díaz, y el vicerrector de la Universidad de Ciencias Informáticas, Dr.C Raidel Montesino, comparecieron ante la televisión nacional.
En un panel conducido por el periodista Randy Alonso, los científicos expusieron como, desde la perspectiva de la ciencia, se realiza el enfrentamiento al nuevo coronavirus, comenzando por señalar que constituye un reto sin precedentes, revelando que: “Desde finales de enero, se constituyó un grupo de trabajo científico para, contra reloj, desarrollar investigaciones, innovaciones y aplicaciones…”.
Por su intermedio se conoció que el equipo científico que asiste la dirección del país está formado por médicos, epidemiólogos, microbiólogos, matemáticos, bioestadísticos, informáticos, investigadores de los centros de Inmunología Molecular, Ingeniería Genética y Biotecnología, Inmunoensayo, Biopreparados, Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria, Neurociencias y otros.
De esa “fuerza de tarea” forman parte profesores y directivos de las facultades de Matemática y Computación, Comunicación, Geografía y Física del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí; Instituto de Higiene, Escuela Nacional de Salud Pública; Universidad de La Habana; Universidad de Ciencias Informáticas; Unidad de Ciencia y Tecnología de Geocuba; Instituto de Cibernética, Matemática y Física, y el Instituto de Meteorología, así como las capacidades de la Defensa Civil y las instituciones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Entre los dirigentes, además del presidente de la República y el Primer Ministro, figuran los ministros de Salud Pública, Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y Educación Superior, la presidencia de la Academia de Ciencias, así como científicos sociales, entre ellos sociólogos, demógrafos, filósofos, comunicadores y otros.
Los hombres y mujeres de ciencia del panel evidenciaron que la movilización de talento nacional ha permitido a Cuba ofrecer una “respuesta estructurada y coherente, diseñando algoritmos de intervención, desde lo social, lo epidemiológico y lo clínico, hasta los pronósticos generales…Todo bajo la supervisión del Centro de Control de Medicamentos Equipos y Dispositivos Médicos, y también por el Centro Nacional de Ensayos Clínicos”.
Los profesionales se refirieron a la existencia de modelos predictivos, herramientas para pesquisas electrónicas con empleo de inteligencia artificial y de sistemas georreferenciales, mencionando tres líneas temáticas: (1) Modelación matemática de la epidemia (2) Modelo predictivo de inteligencia artificial, (3) Modelo matemático para estudiar el comportamiento de la enfermedad.
En el campo de las matemáticas se expusieron pronósticos y el modelaje de la evolución de la COVID-19 en Cuba. Al respecto, precisó que se prevé un crecimiento del número de contagiados en el país durante el mes de abril, con un “pico de la enfermedad” para el mes de mayo.
De ese modo, se puso de manifiesto cómo la comunidad científica cubana se integra al esfuerzo médico y epidemiológico asegurando una estrategia compuesta de varias etapas basada en el cierre de las fronteras, excepto para los ciudadanos y residentes en el país que se encuentran en el extranjero; el aislamiento social regulado y los pesquisajes masivos, para no esperar a que la enfermedad se manifieste, sino adelantarse a ella detectándola en pacientes asintomáticos y cortar las cadenas de contagio, facilitando la intervención médica en estadios tempranos de la enfermedad.
Para evitar el colapso de los hospitales, los contactos sospechosos no son ingresados en instituciones de salud, sino aislados bajo supervisión médica durante 14 días en instalaciones de alojamiento y otras adaptadas con esos fines, razonablemente confortables y totalmente gratuitas. Tanto los pacientes ingresados en hospitales como los sospechosos internados son tratados con los procedimientos médicos y los fármacos apropiados a los diferentes estados de salud.
En el evento televisivo se informó que en Cuba se trabaja en 12 estudios clínicos, cuatro ensayos clínicos, tres intervenciones poblacionales, seis proyectos de innovación y ocho investigaciones básicas y básicas aplicadas. Unánimemente, estos líderes de la comunidad científica cubana sumaron sus voces y su capacidad de convocatoria para saludar la colaboración del pueblo y defender la idea de que, mientras se espera la vacuna, el país cuenta con una fortaleza equivalente. De lo que se trata, dijeron, es de cumplir con las medidas orientadas por el Gobierno como el aislamiento social, el uso de nasobuco y el lavado de manos, entre otras.
A los sabios representantes de otros que como ellos libran sus batallas en laboratorios y detrás de microscopios les faltó tiempo, pero no les sobraron palabras. Nada ni nadie fue objeto de crítica y no necesitaron excesos retóricos ni alegatos políticos.
Al aplaudir su desempeño, recordé que una vez se propaló la idea de que Fidel politizaba la ciencia y alguien respondió: “Más probable es que introduzca la ciencia en la política”. Como para rendir homenaje ninguna voz es débil, las páginas de POR ESTO! se abren al reconocimiento. Allá nos vemos.