Internacional

A Duque lo resucitó el COVID19

Zheger Hay Harb

Desde cuando lanzan sus campañas los candidatos eligen un lema que guiará su gobierno en caso de ser elegidos.

Fuimos pasando del Sí se puede! de Pastrana (sin que viéramos qué se había podido porque dijo buscar la paz pero no tuvo resultado) a El Tiempo de la gente de Ernesto Samper, que pretendía poner el acento en el ser humano y la derecha no lo dejó gobernar, al guerrerista Mano firme corazón grande de Alvaro Uribe, que abrió su corazón para sus amigos y la guerra para el resto y a Juan Manuel Santos que propuso un Gobierno de Unidad Nacional en su primer período y Todos juntos por la Paz en el segundo.

Así que Pastrana propuso la paz que le dio aire a los primeros dos años de su gobierno hasta cuando se derrumbó esa esperanza, Uribe ofreció la guerra para acabar con la guerrilla y esa promesa le dio en sus mejores días una aprobación que llegó al 87%.

Santos, que subió como el gran aliado de Uribe, se distanció casi de inmediato de él haciendo las paces con los gobiernos vecinos de Chávez y Correa y proponiendo el fin negociado de la guerra. La arremetida de la extrema derecha fue brutal y sin cuartel pero finalmente, luego de hacer concesiones irremediables a la caverna, logró el mejor acuerdo de paz posible.

Y llegamos al gobierno actual de Iván Duque Márquez, un novato puesto por el ex presidente Uribe de su lema de Legalidad, emprendimiento y equidad no hemos visto nada y por eso las encuestas no lo han subido del 30% de favorabilidad ni siquiera en los primeros días de su gobierno cuando se supone que disfruta de la luna de miel con el electorado que le dio la victoria.

Su gobierno ha sido errático, sin un norte definido. Ni siquiera él mismo ha podido explicar su propuesta de Economía Naranja. Sus verdaderas banderas, más allá de declaraciones grandilocuentes, han sido acabar el acuerdo de paz y, relacionado con eso y la necesidad de opacar los escándalos de corrupción, el ataque a Nicolás Maduro a quien tilda de dictador y narcotraficante y al gobierno de Cuba, garante de ese proceso, al que pretende orillar a violar las leyes internacionales para que deporte a los negociadores de paz del Ejército de Liberación Nacional –ELN- que se encuentran en ese país por petición de Colombia.

Los escándalos de corrupción de este gobierno han sido el pan de cada día. El último, comprobado con fotos y videos, la compra de la segunda vuelta que le dio a Duque la presidencia contra Gustavo Petro, con participación de un reconocido ganadero, narcotraficante y paramilitar –el Ñeñe- gran aliado de Alvaro Uribe.

Las denuncias por asesinatos de líderes sociales (de lo que nos ocuparemos en otra columna) sin que el gobierno se esfuerce a fondo por frenarlos, tenían en jaque a Duque.

Y llegó el coronavirus como su tabla de salvación: ante la inacción de Duque la alcaldesa de Bogotá decretó la cuarentena y exigió cerrar el aeropuerto El Dorado de Bogotá; los alcaldes y gobernadores dictaron medidas semejantes y se declararon en rebeldía frente al presidente que sólo repetía que era él el que mandaba.

Ante esa desautorización y los llamados desde distintos sectores de la sociedad cedió y luego de terminada la cuarentena en Bogotá decretó otra de alcance nacional que acaba de prorrogar hasta mayo, también por presión de las autoridades locales.

Hace dos días, así mismo por presión social y de los mandatarios locales, accedió a decretar la prolongación del aislamiento social hasta el 27 de abril y ya está cosechando sus réditos.

Ese presidente amorfo, percibido como un muchacho intrascendente, ha empezado a aparecer como el estadista que privilegió los conceptos del cuerpo médico por encima de las presiones del empresariado. La última medición del Centro Nacional de Consultoría le da un 61.7% de aprobación en el manejo de la crisis.

Así como a Belisario Betancourt luego del holocausto del Palacio de Justicia con sus cientos de desaparecidos, la casi inmediata avalancha que arrasó con el pueblo de Armero puso al país a hablar de esa nueva tragedia por encima de la anterior, ahora se habla de las medidas de Duque frente a la pandemia y se opacan las denuncias por corrupción y asesinato de líderes sociales.

Deben tener un santo en el cielo.