Jorge Gómez Barata
Las crisis comienzan a resolverse cuando se encuentran soluciones de salida. En esas búsquedas, Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel, Primer Secretario del Partido Comunista y Presidente de Cuba, respectivamente, han encendido la luz larga y, al controlar la pandemia COVID-19, comienzan a modelar el retorno a una “nueva normalidad” que no se limitará al control de daños y la aplicación de paliativos, sino que ejercitará el más atinado y audaz de los actos defensivos: “Escapar hacia adelante”.
A propósito, el Presidente Díaz-Canel ha reiterado dos ideas esenciales, la primera es utilizar todos los recursos disponibles para enfrentar la crisis económica, entre ellos, las medidas acordadas en años anteriores relativas al sector no estatal de la economía que, bien diseñado, apoyado y controlado, sumará el talento de decenas de miles de emprendedores, complementando el sector público de la economía que continuará siendo sostén del sistema y marcará las pautas.
El Presidente tiene claro que la crisis en progreso golpeará implacablemente a Cuba debido al bloqueo de Estados Unidos, la exclusión de la Isla del acceso a las organizaciones crediticias, la débil inversión extranjera, así como los problemas estructurales y funcionales que afectan al sector estatal, todo lo cual hará imposible salir de la desfavorable coyuntura sin introducir innovaciones en escalas significativas.
Conscientes en que “innovar no es improvisar”, tanto el Presidente como el Primer Ministro aluden a ideas discutidas hace años y que, con las debidas salvaguardas, fueron aprobadas por las máximas instituciones del país, entre ellas, el Buró Político del Partido y la Asamblea Nacional que endosó su inclusión en la Constitución, la cual fue aprobada por el Legislativo y sometida a plebiscito.
La evaluación de la actual situación cubana, aquejada por la inminencia de un grave quebranto económico, no puede soslayar el hecho de que, aunque ha logrado realizaciones como la edificación de poderosas industrias médico-farmacéutica y turística, incrementado los ingresos por la exportación de servicios técnicos, principalmente médicos y sostenido prosperas ramas tabacaleras y de producción de bebidas, la Isla no ha logrado reponerse de la crisis iniciada hace casi 30 años atrás, cuando colapsó la Unión Soviética.
De hecho, la dirección de la Revolución ha descartado la idea de que la reforma de su modelo económico puede esperar y ha asumido que cualquier dilación puede ser ahora fatal. Hoy se comprende mejor que al evaluar la situación que en Cuba se creará a la salida de la pandemia, no concurren sólo datos económicos, sino también realidades sociales con efectos ideológicos y políticos. Al respecto, el doctor Jesús Arboleya, una de las mentes analíticas más sólidas de la intelectualidad cubana del momento, me comentó:
“La evolución de la situación internacional, los efectos del bloqueo recrudecido por la administración de Donald Trump, los conocidos problemas asociados a la ineficiencia del modelo económico advertidos por Fidel y los devastadores efectos económicos de la pandemia, crean para Cuba escenarios y dinámicas enteramente nuevas ante las cuales el país está obligado a movilizar todas sus reservas, entre ellas, nuevas expresiones de apertura económica. La repetición de fórmulas tradicionales, parece un camino agotado…”.
Fiel a las esencias más profundas del proyecto revolucionario, consecuente con los legados de Fidel y Raúl, y orientado por su pensamiento político, el Presidente Díaz-Canel, advierte que: “Cualquier cosa que hagamos debe preservar a los más vulnerables”.
Ocurre que los llamados “sectores vulnerables” son millones de personas a cuya protección se suman el mantenimiento de costosos sistemas de salud y educación, así como el subsidio de alimentos, combustibles y servicios públicos como electricidad, gas, agua y otros, todo lo cual requiere de una alta eficiencia económica y capacidad para generar riquezas que por sí solo el sector público de la economía no puede lograr.
Los más recientes pronunciamientos de Díaz-Canel y Raúl, sobre todo su criollísima expresión de: “Subirnos al tren para no bajarnos más”, proveen tranquilidad y confianza. Cuba posee un arma secreta, se trata de los cubanos que, convocados, unidos y liberados de dogmas y prejuicios, así como de exclusiones, son capaces de las mayores hazañas, incluso productivas.
Estamos en el camino correcto. Allá nos vemos.