Un fuerte sentimiento nacionalista emana cuando se contempla el nuevo símbolo que identifica a la isla de la dignidad: un mensaje gráfico que se populariza cuando las circunstancias sacan a flote nuestro sentido de nación y cubanía
Por Marina MenéndezFotos: Lisbet GoenagaEspecial para Por Esto!
LA HABANA, Cuba.- Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de nuestras luchas libertarias y considerado el Padre de la Patria, ya usaba en su escarapela de mambí el triángulo rojo y la estrella, incluso cuando todavía no había salido a la luz la actual Bandera cubana, presidida por esos atributos.
Los creadores de la marca Cuba, nuestra Marca País, dicen, por eso, que ellos hallaron el símbolo, y no que lo crearon. Descubrieron la antigüedad, valor cultural y enorme expresividad del triángulo rojo y la estrella mientras hurgaban en la historia, buscando de qué manera representar gráficamente a su Patria.
Y descubrieron que el triángulo y la estrella estaban en todo, o casi todo, a lo largo de la historiografía y el arte nacionales: en el escudo, en la propia bandera, en el logo primigenio de los pioneros (niños y adolescentes que se organizan en las escuelas en torno a sus sentimientos patrios), en los animados que dan vida al héroe infantil nacional por excelencia, el mambí Elpidio Valdés; en los carteles de artistas plásticos icónicos como Raúl Martínez…
Aunque cuando una indaga en sitios web socorridos pero no siempre totalmente confiables como Wikipedia, la marca Cuba no sale y, en América Latina, al menos, figura la de Perú como la primera, en 2010, y luego las de Costa Rica, Honduras, Colombia, Venezuela…, la marca Cuba nació en el año 2002. Sin embargo, no fue hasta 15 años después que tuvo aprobación oficial y empezó a ser usada en una de las esferas con vista a la cual fue creada: el turismo, de modo de identificar con esa imagen, rápidamente, el destino Cuba, y sus bondades…
También lo estampó en algunos de sus mensajes el Ministerio de Relaciones Exteriores, y fue usado por los médicos internacionalistas, muchos de los cuales los llevaban en sus batas. El Ministerio de Comercio Exterior también aprovechó su locuacidad…
Sin embargo, la noticia ahora es el modo explosivo y hasta trepidante con que la población lo ha empezado a utilizar, luego de que un visitante ya habitual de cada mañana en los hogares de la isla, el doctor Francisco Durán, jefe de Epidemiología, lo empezó a lucir en la bata y el cubreboca que usa cada mañana para dar el parte acerca del comportamiento del COVID-19.
¿Amuleto?
Cada vez con más asiduidad puede apreciarse, desde entonces, el escueto triángulo con la estrella y a su lado, en letras azules, la palabra Cuba, semejando las franjas de la bandera.
Está en los brazaletes que portan quienes han recibido la responsabilidad de velar por que se cumplan las medidas higiénicas anticontagio en las calles pero, también, de manera espontánea ha podido verse en algún muro a modo de mural, o impreso o dibujado, en el umbral de más de una puerta.
Para Gisela Herrero, una de los varios integrantes del equipo multidisciplinario que creó la marca Cuba, y jefa de la Oficina Nacional de Diseño, dicha explosión de popularidad es una suerte de encuentro entre el símbolo y el pueblo; algo que no esperaban ni estaba pautado en los manuales que describen las funciones y usos de una marca país.
Para entonces ya “no estaba la marca Cuba firmando un producto, un servicio o una comunicación de excelencia, sino acompañando a un país, a la gente que lo empuja desde el barrio, como hacen los símbolos que calan”.
Ciertamente, para cualquier observador podría ser claramente visible la coincidencia entre el abrazo popular al símbolo, y la urgencia de cohesión y sentido de pertenencia que los momentos actuales imponen.
No se trata sólo del azote de la pandemia. Meses antes de que ésta llegara, los llamados a “pensar como país” que formulaban las autoridades gubernamentales y, concretamente, el presidente Miguel Díaz-Canel, eran una exhortación a “echar pa’lante” unidos —como solemos decir en la isla— que tomaba en cuenta la ya difícil situación que se avecinaba, aun sin Coronavirus.
El recrudecimiento de las medidas punitivas de Estados Unidos para impedir la vida y el desarrollo del pueblo cubano, incrementadas no sólo con la prohibición de que nos entreguen cargamentos de medicinas y útiles contra la enfermedad sino, además, con la inclusión injusta de Cuba en listas espurias que significarán más sanciones, demandaban ya ese sentido de fuerza dentro de la trinchera que el COVID-19 ha fortalecido y enaltecido.
Quizá por allá anden las motivaciones que han hecho a tantos cubanos abrazar como algo conocido y tradicional la nueva imagen del triángulo y la estrella solitaria, o ese sentido de protección que, según interpreta Gisela, la marca provee, una vez que el ciudadano la ha colocado en su puerta. O quizá sea, también, el compromiso que representa.
Dos fines
Una mirada a las normas técnicas no arroja tales propósitos para una marca país. Su uso, dicen los conocedores, se empezó a extender en el mundo por los años de 1990 y fue catapultada, en primer lugar, por los países desarrollados, deseosos de contar con una simbología que fuera atractiva, explícita y por tanto, útil, a los fines del mercado.
No es lo mismo colocar en un producto el clásico Made in... que hacerlo acompañando esa frase de un mensaje gráfico que, de manera rápida y certera, confirme no ya la procedencia sino la identidad y los valores del que produce, vende o invita.
Pero, por otro lado, la marca país tiene también una línea digamos que ideológica, la cual debe explicitar cómo piensa, quién es el que ofrece…
La Marca Cuba, explican sus creadores, tiene que ver con ambas finalidades y busca resultar un puente que las refleje, al tiempo que cumple con los atributos técnicos que se le exigen a una marca país: síntesis que lleve a una rápida información visual, ductilidad para que sea empleada de uno u otro modo, expresividad que transmita los valores y los sentimientos de quien la usa o la porta, facilidad para “pegar” y quedarse.
Mientras no pocos empiezan a dibujarla en el rótulo que colocarán en su fachada o, sencillamente, en su libreta de notas, personas tan vinculadas a esta nueva representación nacional como Gisela Herrero realizan consideraciones de tanto peso como ésta: “Lo más lindo que tiene la Marca Cuba es que nos hace sentir orgullosos de lo que somos”.
Fuentes: “La marca Cuba, nunca tan necesaria”, Sitio web Cubadebate / Mesa Redonda Informativa “Marca País”.