Jorge Gómez Barata
La sociedad humana y sus expresiones nacionales son resultados de procesos de autoconstrucción que avanzan de trecho en trecho. Nadie inventó los lenguajes ni sus expresiones escritas, nadie patentó la rueda, la caza, la agricultura, el arte ni el dominio del fuego y nadie pro beneficio creo el estado, el dinero, la política, ni la democracia. Tampoco hay constancia del momento en que surgieron la arbitrariedad, la intolerancia, la maldad y su expresión más cruel: la pobreza.
La fe, y Dios, su expresión más cabal sirve y cobija a todos. A El claman el reo, el magistrado, incluso el verdugo y a El suplican los villanos y los hombres de buena voluntad. En su expresión más legítima este demiurgo hizo de la tolerancia una virtud. De eso tratan los liderazgos legítimos, de la capacidad de representar y sumar.
El consenso forjado por la revolución en torno a la justicia social y la equidad en la distribución de los bienes, evidencia que, en ese empeño, ninguna corriente iguala al socialismo. Todos los luchadores sociales y todas las vanguardias legítimas son socialistas porque procuran la perfección humana a escala social. No hay un socialismo químicamente puro, como tampoco hay una sola vanguardia. La mejor es la que más convoca.
Las doctrinas que más rápidamente se difundieron fueron aquellas que aludieron a más personas. El cristianismo, el liberalismo y el marxismo, son credos sociales cuya legitimidad emana no de las certezas de sus doctrinas, tan plausibles como discutibles, sino de las metas que proponen.
Cuando más ha avanzado Cuba es cuando más ha practicado la pluralidad.
Así ocurrió en las primeras luchas libertarias cuando los hacendados ricos convocaron a sus esclavos, así se expresó en la Sierra Maestra donde fueron recibidos todos los que estuvieron dispuestos a luchar contra la tiranía y por el programa revolucionario, basado en la justicia social, y así fue la Revolución triunfante que no obstante su vocación unitaria, no pudo impedir que intereses creados dificultaran un total consenso nacional que todavía puede ser una meta.
A principios de la Revolución se instaló en Cuba una corriente política sectaria que puso en peligro la unidad de las fuerzas revolucionarias agrupadas en las Organizaciones Revolucionarias Integradas y que en 1962 fue denunciada por Fidel. Como parte de aquella deformación, particularmente los jóvenes entonaban algunos estribillos: “Somos socialistas/ Pa’lante y pa’lante/ A quien no le guste/ Tome purgante”.
La alusión al purgante contenía elementos de imposición y de violencia que retrataban a aquella tendencia sectaria, de naturaleza predominantemente ideológica y política que, además del rechazo a quienes no profesaban el credo marxista, llegó al extremo de excluir de los cargos de dirección a luchadores revolucionarios por carecer de antecedentes marxistas.
Como parte del vigoroso rechazo a aquella corriente, que a su juicio:
“No tenía cabida en la Revolución”, Fidel aludió a las desafortunadas coplas, rechazando la idea de homologar al socialismo con una repugnante lavativa y propuso una versión inclusiva, unitaria y más
bella: “Somos socialistas/ Pa’lante y pa’lante/ Quien esté de acuerdo/ La mano levante”. A propósito, razonó:
“…A mí no me gustaba, sinceramente, esa consigna, porque no era positiva. La cambiaron: Somos socialistas, pa’alante y pa’alante, y el que esté de acuerdo, la mano levante” …Lo otro, es presentar el marxismo como un purgante: No está invitando a nadie a estudiar, no está invitando a nadie a convertirse al marxismo; le dice “te lo tragas, si quieres y si no te gusta, toma purgante.” ¿A quién van a conquistar con eso? “Izquierda, izquierda, izquierda siempre izquierda”, eso no es el socialismo, eso puede ser Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo…”
La deformación, que años después nuevamente intentó levantar cabeza hizo peligrar la unidad de las fuerzas revolucionarias y la cohesión social que constituye la columna vertebral del sistema político revolucionario que para ser sostenible y viable, necesita sumar y cobijar a todos los cubanos y convocar su esfuerzo y su talento, sobre todo cuando, como hoy, peligran las conquistas populares.
Los datos son sobrecogedores y los peligros inmensos. En cuestión de semanas en Estados Unidos 30 millones de personas han perdido el trabajo, las economías más ricas y prósperas han sido doblegadas y según el director de la Organización Internacional del Trabajo, en los próximos meses la mitad de los trabajadores del mundo pueden quedar desempleados.
La percepción del riesgo social debe contar con que tales hechos poseen potencial para generar turbulencias, crear pobreza y producir inestabilidad social. Frente a la catástrofe que amenaza, el mérito no radica en predicarle a los conversos, sino en sumar e integrar que es la palabra de orden.
El liderazgo cubano, habilitado por el apoyo popular, es consciente de los desafíos, está apto para la tarea y cuenta con los apoyos necesarios. Bienaventurados los que suman. Allá nos vemos.