Pedro Díaz Arcia
La memoria suele ser frágil y no es ocioso acudir a veces a los recuerdos. En este sentido, vale señalar la cercanía ideológica de un presentador de la cadena Fox News con el presidente Donald Trump. A fines de semana el ex presidente George W. Bush en un mensaje llamó a los estadounidenses a permanecer unidos ante la crisis sanitaria concluyendo que “En el análisis final, no somos combatientes partidistas”; pero no mencionó a Trump.
El mandatario respondió en varios tuits el domingo, apoyado en un sagaz y sutil comentario del comunicador Pete Hegseth, quien dijo que apreciaba el video de Bush, pero se preguntaba por qué el ex presidente no instó a la gente a dejar de lado el partidismo durante el drama de juicio político. Trump aprovechó el pie de amigo y ripostó en Twitter al ex presidente: “¡No se lo encontraba en ninguna parte para hablar en contra del mayor engaño en la historia de Estados Unidos!”.
La ocasión, como cualquier otra, fue propicia para repetir los elogios a su brillante actuación, quizá sólo comparable con la de Abraham Lincoln, sobre quien habría dicho en algún momento que hizo un “buen trabajo” al eliminar la esclavitud. Por su parte, el ex fiscal federal, Renato Mariotti, comentó que “Ante una crisis que requiere liderazgo, empatía y confianza en la ciencia, Trump se ha quedado corto”. Aunque no nos engañemos porque unos y otros son caras de una misma moneda.
¿Quién es Pete Hegseth?
Se trata de un ex veterano de la Segunda Guerra de Irak (2003-2011) y que fuera directivo de los grupos Vets For Freedom, una organización de defensa política estadounidense fundada por veteranos de las guerras de Irak y Afganistán, que está vinculada a líderes republicanos. A esta altura se impone la mención a una curiosidad que no tiene desperdicio. El presentador favorito del gobernante comparte con él la fobia por la ciencia. Aunque es egresado de las universidades de Princeton y Harvard, reconoció públicamente en 2011 que no se lavaba las manos hacía 10 años, debido a que los gérmenes no se detectan a simple vista. El equipo de asesores de Trump se renueva una y otra vez sin resultados eficientes. Hegseth merece estar en su entorno, como sustituto del epidemiólogo Anthony Fauci. Le irá mejor.
Ante los riesgos de la contienda electoral de noviembre, el presidente se ha volcado con ira irresponsable contra todo lo que pueda aportarle votos: la virulencia contra China a la que culpa, sin pruebas, por los daños de la pandemia, aprovechando la animadversión bipartidista y un estado de opinión manipulado mediáticamente; a Rusia, en igual plano de reservas en su contra; a Cuba y Venezuela, en busca del disputado voto de Florida.
Cuando en la madrugada del 30 de abril era atacada la Embajada cubana en Washington, estaba en marcha la frustrada invasión mercenaria contra la nación sudamericana, hija del complot de Estados Unidos y Colombia. Nada es casual, son los objetivos en la mira. Donald Trump hará todo lo que pueda para mantenerse en el Despacho Oval por cuatro años más y por siempre, como gritan los supremacistas blancos.
Si no es reelecto, de celebrarse el escrutinio, China será la culpable por sabotear el proceso y no porque así lo decida el voto popular; lo que podría lanzar a las calles turbas de fanáticos enfurecidos por la presunta conspiración internacional o por la conjura interna del “Estado profundo” para evitar su triunfo.
Pero Estados Unidos no está en la cresta de ola, desde hace tiempo viene perdiendo liderazgo global. El periódico francés Le Monde concluyó que la pandemia está transformando el entorno geopolítico y el orden internacional y “no se adapta a la realidad del equilibrio de poder del siglo XXI”. Toda la carne en el asador.