Internacional

No es violencia, sino resistencia

Jorge Gómez Barata

La muerte de George Floyd y la virtual rebelión que abarca a todos los Estados Unidos, es evidencia de fenómenos sociales y máculas presentes en la sociedad estadounidense. La primera es el racismo, profundamente arraigado que genera permanente descontento y por momentos se torna desenfrenado, dando lugar a protestas, a las cuales la policía responde con inaudita violencia.

250 años de esclavitud y cuatrocientos de exclusión y discriminación racial en los cuales la explotación, los prejuicios, las humillaciones y los abusos han generado la mayor acumulación de desprecio e ira, tanto en un segmento probablemente mayoritario en la población blanca, como en los afrodescendientes, formando el trasfondo del panorama social del país más racista del mundo.

De la Guerra Civil a la fecha, la escala y la violencia de la confrontación racial, incluida la lucha por los derechos civiles, así como las expresiones de rebeldía generadas por crímenes de odio cometidos contra afroamericanos, no se relacionan con rechazos al sistema o a los gobiernos de turno, sino que son resultado de fenómenos más esenciales, asociados a la defensa de los ideales y la legalidad sobre la cual se fundó ese país.

Los negros africanos, aunque llevados como esclavos, llegaron a ese país en 1619, prácticamente en la misma época en que lo hicieron los colonos blancos y tendrían derecho a figurar entre los forjadores de esa nación, no sólo por su aporte a la economía agrícola, sino también a la cultura.

Los afroamericanos que se sometieron a la esclavitud y con impar entereza soportaron la segregación racial, apoyaron la idea de Martin Luther King de reclamar sus derechos por vías pacíficas, usando a lo sumo la resistencia civil, legaron paradigmas como los de Rosa Parks, los aviadores de Tuskegge, Jackie Robinson y otros muchos que nunca han querido perjudicar, denigrar o destruir a los Estados Unidos, sino que han luchado por establecer la justicia.

Ni siquiera, cuando estuvieron vigentes las leyes “Jim Crow” o cuando en 1957 el gobernador de Arkansas Orval Faubus se negó a cumplir una decisión de la Corte Suprema, llamando a la Guardia Nacional para impedir la entrada de estudiantes negros a las escuelas secundarias, los afroamericanos adoptaron posiciones extremas.

En aquel momento fue el presidente Dwight Eisenhower quien despojó al gobernador racista del mando sobre la Guardia Nacional, y envió a Little Rock efectivos de la 101 División Aerotransportada.

En 1962, esta vez el presidente John F. Kennedy ordenó que alguaciles federales formaran una escolta para, junto con tropas del ejército, obligar al gobernador Ross Barnet a permitir la entrada a la Universidad de Mississippi a James Meredith, primer estudiante negro matriculado allí. La confrontación ocasionó dos muertos y más de 300 heridos, entre ellos, 48 militares y 30 agentes federales.

Entonces, como en toda la historia de los Estados Unidos y como ocurre ahora mismo, la violencia proviene de los blancos racistas. La movilización de las comunidades negras por la muerte de uno de los suyos, George Floyd, no es una expresión de violencia irracional, sino de resistencia frente al racismo integrado al ADN de la sociedad norteamericana.

La controversia en torno a la autopsia de George Floyd es otra expresión del grado de perversión a que ha conducido el racismo y al descrédito de las instituciones, incluso las de carácter científico.

De eso les cuento mañana.

Allá nos vemos.