Las vacunas contra el COVID-19 ponen en marcha las defensas naturales del organismo y esto ayuda a que se fortalezcan, reduciendo el riesgo de contraer enfermedades.
Actúan desencadenando una respuesta de nuestro sistema inmunitario, que reconoce al microbio invasor (un virus o una bacteria), esto genera anticuerpos, que son proteínas que nuestro sistema inmunitario produce naturalmente para luchar contra las enfermedades
El adenovirus de chimpancé es lo que se llama "un vector no replicativo, porque es un virus deficiente". Se introduce en las células pero no pasa de una a otra.
La forma de introducir el coronavirus en el adenovirus de chimpancé es a través de modificación genética. En ese adenovirus, no patógeno para las células humanas, se incluye una secuencia de ADN o ARN para que cuando ese vector infecte las células humanas, éstas sean capaces de sintetizar la proteína de la espícula del virus y generar respuesta inmune.
En la vacuna de AstraZeneca contra el COVID-19, es monovalente compuesta por un vector de adenovirus de chimpancé no replicativo (ChAdOx1) producido mediante técnicas de recombinación de ADN, que expresa la proteína S (espícula) de SARS-CoV-2 no estabilizada en la conformación prefusión.
Esto quiere decir que cada dosis de 0,5 ml contiene al menos 2,5x108 de unidades infectivas de adenovirus de chimpancé que codifica la proteína S del virus SARS-CoV-2.
Después de la administración, la proteína “S” de SARS-Cov-2 se encuentra estimulando tanto la producción de anticuerpos neutralizantes como la respuesta celular, contribuyendo a la protección frente a COVID-19.
Al ir vehiculizada la proteína S en un vector de adenovirus de chimpancé sin capacidad replicativa, esto ayuda a que la vacuna no pueda producir enfermedad por adenovirus.
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RM