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México

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Ciudad de México, 30 de marzo (SinEmbargo).- En Guadalajara se hizo un experimento para saber si las personas estaban dispuestas a contratar a una trabajadora del hogar  por ocho horas de trabajo con un sueldo de 150 pesos. La organización Parvada, realizadora del ejercicio, encontró que sí, que la gente estaba dispuesta a eso y no pagar horas extra, a alimentar a la trabajadora con sobras, sin que utilice la vajilla del hogar y con la condición de revisar sus pertenencias al llegar y al salir.

Un común denominador que se encontró es que quienes se sentían bien con estas condiciones de contratación eran habitantes de colonias de clase media o alta.

Hay miles de casos. El de Diana Carmona , originaria de Puebla también muestra mucho de lo que estas mujeres viven. Ella empezó a trabajar en Tijuana en el año 2012; tomó la decisión de buscar trabajo en hogar por la necesidad de conseguir dinero rápidamente para enviar a sus hijos, ahorraba todo para enviárselos.

Consiguió su primer trabajo por un anuncio en el periódico, en el que pedían a mujeres del sur, “por el acento” y porque se tiene la idea de que las mujeres de esa región “saben cocinar” y luego, le pidieron una fotografía suya para ver si “le gustaba” a quien la iba a contratar. Y se quedó a vivir en un lugar en el que no le ofrecieron cama ni una habitación. Le asignaron en cuarto de lavado, junto a la lavadora y la secadora.

Al principio fue la encargada de la limpieza y la cocina, luego del cuidado de una niña de seis años y después de la mamá de la empleadora que tenía reflujo. Cuando fue a trabajar a Oaxaca ocurrió lo mismo: se hizo cargo de un niño desde los tres días de nacido, luego de una niña. Quien la contrató le prometía constantemente que pondrían un negocio juntas. Nunca ocurrió.

“Yo entonces no entendía que eso era lo peor que te podían ofrecer, en lugar de un trabajo digno te están dando las sobras de las sobras”, contó a  SinEmbargo  y sentenció: “para una trabajadora del hogar, la cantidad de trabajo siempre va en aumento, pero no ocurre lo mismo con el salario”.

La realidad de las trabajadoras del hogar en México aún es cruda y lastimosa. Con motivo del Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), publicó las cifras actualizadas de este sector. Los números muestran las múltiples vulnerabilidades en las que viven estas trabajadoras, la mayoría, el 92 por ciento, mujeres.

El Conapred lo define como una “discriminación estructural”: “Esto se debe a que enfrentan obstáculos para ejercer sus derechos a raíz, sobre todo, de la naturaleza misma de su empleo. La mayor parte de la sociedad no considera al trabajo del hogar como una ocupación ‘real’, sino como parte de las actividades ‘normales’ o ‘naturales’ de las mujeres. Por ello, éste es un sector particularmente invisible y estigmatizado”.

Es la Ley la que permite que una trabajadora del hogar trabaje hasta 12 horas al día sin derechos laborales ni seguridad social. No hay normas ni garantías.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), un total de 2.3 millones de personas se dedican al trabajo en el hogar, el equivalente a la población del estado de Tabasco.

El 36 por ciento de las mujeres comenzó a trabajar desde que era menor de edad y una de cada cinco lo hizo entre los 10 y 15 años, “edades en las cuales el trabajo es ilegal”; el 96 por ciento no tiene contrato y el 81 por ciento de las trabajadoras se dedican a esto por razones económicas y por factores asociados a la marginación y la pobreza.

En México, la Ley permite jornadas de hasta 12 horas: “Algunas leyes del Estado mexicano permiten la discriminación contra las trabajadoras del hogar. La Ley de Seguridad Social, por ejemplo, establece en su artículo 12 que la afiliación de las trabajadoras del hogar al IMSS es voluntaria y no obligatoria (a diferencia de lo que pasa con el resto de las ocupaciones). Por otra parte, la Ley Federal del Trabajo (en su artículo 333) especifica nueve horas de descanso diario y tres horas de descanso entre actividades matutinas y vespertinas. Esto permite que una trabajadora del hogar pueda llegar a laborar hasta 12 horas diarias cuando su empleador o empleadora así lo desee”, señala el Conapred.

Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017, solo una de cada 10 trabajadoras del hogar (12 por ciento) cuenta con alguna prestación laboral (aguinaldo, vacaciones o seguro médico), y apenas 2 por ciento tiene contrato.

“SE BUSCA MUCHACHA”

El estudio elaborado por Parvada, “Se busca muchacha. La normalización de la explotación en el trabajo del hogar en la zona metropolitana de Guadalajara”, encontró que la violencia hacia las trabajadoras del hogar inicia desde la manera en que la gente se refiere a ellas, con términos que las infantilizan como “muchachas”, “señorita” o que no les reconocen el estatus de trabajadora, se evade completamente o se utilizaban palabras como “una persona” o “alguien”.

“En estos casos los términos no denotan una relación laboral, como suele hacerse en otro tipo de empleos en los que se nombra al trabajador por la labor que realizan (cajero, contador, doctora).

La edad es también un factor: se ofrecen mujeres de 16 hasta más de 50 años. Parvada encontró casos en que el solicitante pidió a alguien ágil o fuerte, y que fuera de entre 16 y 17, “no sólo a su capacidad para realizar actividades físicas, sino también porque se facilita el que las ‘hagan a su modo’. Todas las personas a las que se les planteó que al ser menores de edad podían hacer a las trabajadoras ‘a su modo’, estuvieron de acuerdo con la afirmación y un par explicaron de esta forma por qué no querían trabajadoras mayores: ‘Luego se chiquean y no quieren hacer nada’ o ‘se hacen las que no escuchan’”.

Ana Farías Calderón, Directora de Parvada, Estrategias Comunitarias A.C., explicó en entrevista con SinEmbargo , que tras la realización del estudio se encontró que si le das la oportunidad a la gente de contratar bajo esquemas de explotación, hay quien está dispuesta a hacerlo, aunque ahora se enfrentarán a un sector informado y organizado, que ha avanzado en el reconocimiento de sus derechos.

“Cada vez más las trabajadoras se organizan en colectivos e incluso en el sindicato, pero más allá de esas buenas intenciones, hay mucha gente que todavía no es consciente de que las trabajadoras son como cualquier otro trabajador y tienen derechos”, señaló.

Entre las preocupaciones, Farías Calderón mencionó la edad de ingreso a este trabajo, que es de 11 años o 13, muy jóvenes, lo que es ilegal y además explotación infantil. También está el tema de que la gente no sabe cuánto pagar. En teoría, la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) debería tener un salario mínimo profesional para las trabajadoras, pero no lo ha sacado y apenas está trabajando en eso, “entonces la gente paga lo que quiere o lo que paga la vecina”, sostuvo.

ESCLAVITUD EN LOS HOGARES

Alejandra Hidalgo Rodríguez, investigadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, dijo que aunque generalmente se habla mucho de los avances que hay en la Ciudad de México –por los avances del Sindicato, los grupos de trabajadoras indígenas organizadas–, en Guadalajara lo que ocurre es que siendo la tercera ciudad más importante del país, no hay ninguna organización de trabajadoras del hogar.

Y eso, suma vulnerabilidades: no tienen organización y no saben que el capítulo 13 de la Ley Federal del Trabajo las menciona, ninguna lo sabe.

“A todas las trabajadoras a las que entrevisté coinciden en que empezaron a trabajar desde niñas, entonces es una vulnerabilidad extra porque la mayoría de ellas vienen trabajando puertas adentro, siendo a veces niñas. Yo recuerdo el caso de una mujer que empezó a los siete años y cuidaba a un bebé. A mí me contó que ella se quería poner a jugar pero tenía que lavar ropa y trastes. Las trabajadoras empiezan en edades muy jóvenes cuando la ley no lo permite porque es trabajo infantil”, agregó.

Entonces son vidas completas con desprotección laboral, para Hidalgo Rodríguez este trabajo pone en la cara la desigualdad que hay, la pone en los hogares, “Vivimos la desigualdad en nuestros propios hogares y lo naturalizamos tanto que ya ni siquiera nos damos cuenta”.

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