Manuel E. Yepe
El entusiasmo que reinaba en círculos diplomáticos de Estados Unidos por el ascenso de Juan Guaidó y la expectativa de la caída de Nicolás Maduro fueron reemplazados por la profunda frustración por la capacidad de permanencia del líder venezolano. A ello se unen las preocupaciones por la actitud asumida por Rusia y China ante la grave intromisión yanqui en los asuntos internos de Caracas.
La maquinaria desinformativa de Estados Unidos funcionó con tal intensidad y precisión en la promoción del títere y la cuidadosa conformación de un escenario favorable al golpe de estado que los propios dirigentes involucrados en la operación se engañaron y se tragaron las mentiras.
El poder de permanencia de Maduro y la revolución venezolana ha llevado a medios de prensa y líderes extranjeros orientados por la brújula de Washington a reevaluar sus plazos y considerar que, salvo la acción militar, Maduro, tan solo con el apoyo de su pueblo, puede seguir los pasos de otros líderes populares que han resistido durante largos períodos las aplastantes sanciones de Washington.
Cuba es el mejor ejemplo, con un bloqueo económico, político y militar que dura más de 60 años sin dar muestras de efectividad.
La confianza en que la caída de Maduro estaba garantizada se ha convertido ahora, para los aliados del imperio, cada vez más en una esperanza de algo que será y una preocupación por cómo hacerlo.
La agencia francesa de prensa cita a Fernando Carrera, quien fue ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala en 2013 y 2014 que declaró que “hubo una reacción eufórica cuando todos calculamos que era el fin de Maduro. Pensé que Maduro se había ido. Pero Guaidó no pudo lograrlo y ni siquiera la administración de Trump pudo hacer que algo así sucediera...y los chinos y los rusos han aumentado demasiado las apuestas”.
Los diplomáticos afines a Washington de la región –afirma la AFP- están convencidos de que las sanciones de Estados Unidos no son suficientes para desalojar a Maduro, si el pueblo venezolano lo sigue apoyando con intensidad como hasta ahora.
Maduro ha podido mantener el control de la nación pese a que Estados Unidos logró manipular el voto de más de medio centenar de naciones que han reconocido a Guaidó como presidente interino mediante intimidaciones de que a sus familias les sería bloqueada la entrada a Estados Unidos así como al país de acciones militares, sanciones petroleras, restricciones bancarias o promesas de asistencia o de inversiones.
Los generales venezolanos, a quienes Estados Unidos considera clave para controlar a la población, se han mantenido fieles a las ideas revolucionarias y socialistas de Hugo Chávez de quien Maduro se proclama su principal seguidor.
La administración de Trump está comprometida en todos los niveles, incluyendo la Casa Blanca, el Departamento de Estado, USAID y Hacienda. Todas las oficinas del Estado, incluyendo las de Asuntos del Hemisferio Occidental, la Oficina Económica, la Oficina Jurídica, la Oficina de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo, la Oficina de Asuntos de la Organización Internacional, son las que están organizando la retirada de los funcionarios estadounidenses durante eventos internacionales en los que participe un funcionario de Venezuela.
Hay mucha presión por parte de la Casa Blanca para que se sea creativo y se aporten ideas novedosas que sirvan para perjudicar a Venezuela.
Se acopian aportes de justificaciones para nuevas sanciones. La burocracia está siendo presionada para que produzca todas ideas que aporten a la presión contra Caracas”.
La semana pasada Trump anunció durante una reunión con el presidente brasileño Jair Bolsonaro que Estados Unidos aún no había impuesto sus sanciones más severas. Pocos días después, la administración anunció nuevas acciones bancarias destinadas a separar al gobierno de Maduro del sector financiero internacional.
La gente familiarizada con la estrategia de Estados Unidos dice que ya el país ha tomado las medidas más enérgicas.
La historia demuestra que las sanciones por sí solas no son necesariamente la manera más efectiva de forzar el cambio de régimen, dijo Robert S. Litwak, ex director de no proliferación del Consejo de Seguridad Nacional, quien ahora es vicepresidente del Woodrow Wilson Center. “Si uno examina los registros, no puede encontrar un caso en el que las sanciones económicas produjeran por sí solas un cambio de régimen”.
“Mira, Cuba ha sido sancionada durante 60 años. Le hemos impuesto las sanciones más rigurosas. La gente está conduciendo coches de los años
50 y han eludido las sanciones. Pero no ha colapsado el régimen”, dijo Litwak y agregó que Estados Unidos sancionó severamente a Irak, Libia, Corea del Norte e Irán, pero en ninguno de esos casos pudo lograr el objetivo maximalista del cambio de régimen.
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