Desde hace tres años Esperanza Rosas Flores trabaja en el área mecánica del Sistema de Transporte Colectivo Metro; entre sus actividades, se encarga de revisar el sistema de frenado de los vagones, verificar y realizar el cambio de algunas piezas y a pesar de que su grupo es en su mayoría integrado por hombres, asegura que no hay diferencia. “Siempre he trabajado con hombres, los 20 años que tengo trabajando en el Metro; cuando me cambiaron a esta área me daba miedo no saber a qué me iba a enfrentar o a donde llegaría, obviamente yo no sabía usar un desarmador y aquí fui aprendiendo”, comentó Esperanza, quien es técnico en mantenimiento de material de este transporte.
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Ingresó al Sistema de Transporte Colectivo Metro en 1999, en el área de seguridad, pero después logró entrar al equipo de mecánica, actividad que cambió su vida, pues ahora es más independiente, aunque su esposo es mecánico, ella puede arreglar cualquier cosa. “La verdad, mi trabajo es muy bueno, he aprendido muchas cosas, como mujer te puedo decir que puedo hacer cosas que no pensaba que las podría realizar o pensaba que nada más los compañeros hombres los hacían y no, también lo puedo hacer yo. Como mujeres hemos aportado tanto en la casa como en el trabajo, lo que me ha dado el valor de ver algunos trabajos de fuerza y decir que yo lo puedo hacer, y te lo demuestras a ti misma”, comenta.
Refiere que pese a que los trabajos que se emplean en el área son principalmente de fuerza, para ella y sus cuatro compañeras no ha sido difícil, pues asegura que han tenido que aprender diversas mañas para realizar esas labores. “Como mujeres somos más minuciosas, nos damos cuenta qué es lo que podemos hacer y siempre encontramos la forma, a lo mejor hincarte o emplear tu cuerpo para poder jalar, abrir, cerrar algo. Además los compañeros nos han aceptado muy bien e incluso nos ayudan a realizar mejor el trabajo”, dice.
Recuerda que al llegar a los talleres de Tasqueña, su trabajo fue evolucionando, primero llegó a limpiar piezas y la parte baja de los vagones y ahora se encarga de verificar y realizar los cambios de las piezas que así lo requieran. “Vas aprendiendo el tipo de trabajo, nosotros revisamos las chapatas, los boogies, entre otras cosas, vas brincando de áreas y así vas aprendiendo, poco a poco identificas las herramientas, las llaves, el tipo de los aditamentos que vas ocupando, aunque hay algunas dificultades, las vas enfrentando”, cuenta.
Su jornada laboral es de siete de la mañana a tres de la tarde; asegura que hay mucha solidaridad, incluso al ver que será entrevistada, sus compañeros le aplauden y le dan ánimos para que muestre lo mejor de su trabajo. Ahora Esperanza es abuela, pero explica que en el área donde trabajaba siempre tuvo la oportunidad de convivir con sus hijos, pues a ella sí le daban el día, mismo que actualmente lo aprovecha con sus nietos y esposo.
(El Universal)